100 días de luna de miel para el juanmismo... sin oposición

El presidente de la Junta, Juanma Moreno, felicita a Juan Marín junto al presidente del Parlamento, Jesús Aguirre.

El presidente de la Junta, Juanma Moreno, felicita a Juan Marín junto al presidente del Parlamento, Jesús Aguirre. / Julio Muñoz / Efe

« CIEN »

El plazo rooseveltiano de cien días de cortesía para que un nuevo gabinete pueda marcar su impronta y su estilo propio... ha bastado para dejar atrás el Gobierno del Cambio y establecer el Gobierno de Juanma Moreno. Ya no es el gabinete pragmático de coalición, bien manejado por Elías Bendodo a sabiendas de tener que ir al Parlamento a negociar con una derecha radical y enfrentarse a una izquierda que sentía Andalucía como territorio propio, con el PSOE siendo aún el partido mayoritario. Sube la marca Juanma Moreno, que ya no es el presidente por accidente de 2018 sino un barón de referencia, y en su partido muchos celebran que haya aflorado como contrapeso a Ayuso. El golpe de efecto marcando la agenda nacional en el debate de los impuestos ha sido su bala de plata.

Los 100 días han fluido con demasiada facilidad, sin una oposición rearmada desde el baño de realidad de las urnas. El Gobierno le pone números a su impulso legislativo: 16 consejos de gobierno, 174 acuerdos como el cheque escolar de cien euros para familias vulnerables o la cuota cero de autónomos, luz verde a 4 decretos leyes, 433 decretos, 8 proyectos de Ley... Y hay muchos más números en los presupuestos, pero de momento estos cien días están marcados por la luna de miel andaluza con Juanma Moreno, más que la gestión. No hay un consejero del que se hable en la calle. ¿Quién sustituyó a Jesús Aguirre? ¿Quién a Juan Marín? ¿Quién a Juan Bravo? Claro que es poco probable que el día de San Jorge de 2019, cuando se hizo balance de aquellos 100 días, alguien supiera esos nombres más allá de Marín. Eso llegó con la listeriosis, con los presupuestos... El éxito de un Gobierno no está en el feeling carismático sino en el día a día de la sanidad, la educación, la sequía, el empleo... La fuerza de un excesivo personalismo –incluso Antonio Sanz está en segundo plano– acaba en debilidad. Un presidente no puede tener éxito si llegar a pensar, parafraseando a Luis XIV, ¡el Gobierno soy yo!

José Antonio Griñán. José Antonio Griñán.

José Antonio Griñán. / Raúl Caro / Efe

« VIENTO »

El viento de cola para el Gobierno es viento de cara para la oposición. Y puede ser peor. Al PSOE le persigue la sombra de los ERE, con Anticorrupción reclamando la entrada en prisión del ex presidente José Antonio Griñán y los demás condenados por el Tribunal Supremo, un trago muy amargo, otro golpe más y los focos sobre Moncloa con el indulto envenenado. A Vox se le atraganta la sombra de Macarena Olona, que acaba de presentar un proyecto contra la ideología de género no sin cierto aire a Gilead, para esperar su momento Meloni; y en la extrema izquierda siguen enredados en sus demonios como para Sumar. No es fácil recomponerse tras un mazazo electoral, y en definitiva ninguno cumplió sus expectativas; pero a menudo se comete el error de confiar en el tremendismo contra el Gobierno –el PSOE habla de los cien días de las 4R: ricos, recortes, rodillo y recolocaciones– algo que rara vez funciona en plena luna de miel; en lugar de hacer autocrítica, redefinir su perfil y reajustar los nombres a los objetivos, que suelen ser tareas más perentorias para rehacerse. En definitiva, como advertía el inefable Giulio Andreotti, "el poder desgasta, sobre todo al que no lo tiene".

Una furgoneta sale de la basílica de la Macarena la noche de la exhumación de Queipo y Bohórquez. Una furgoneta sale de la basílica de la Macarena la noche de la exhumación de Queipo y Bohórquez.

Una furgoneta sale de la basílica de la Macarena la noche de la exhumación de Queipo y Bohórquez. / Antonio Pizarro

« DESMEMORIA »

La salida de Queipo en la madrugada, con la Virgen de luto y la ciudad casi dormida, aumenta la sensación de que todo esto ha sido tarde. La derecha prefiere esquivar el asunto y hablar de futuro, pero se aprecia demasiado su incomodidad innecesaria, y la izquierda celebra exageradamente que Andalucía recupera dignidad. ¿Entonces han gobernado 37 años una Andalucía indigna? En 37 años de gobiernos socialistas en la Junta y casi siempre en la alcaldía, con dos leyes de memoria, nunca hubo en los socialistas mucha determinación para actuar. En definitiva, infraactuación a un lado y sobreactuación a otro. Esto quizá sólo delate que todo ha sido a destiempo, mal.

En su libro Un tal González, Sergio del Molino recoge una frase que ahora nos interpela: "Quizá empecemos a apreciar ser hijos de la Transición más que nietos de la Guerra Civil". Ese es quizá el fracaso: después de cuarenta años de democracia con el mayor progreso y bienestar en España, se sigue muy marcados por la guerra que ocurrió hace ochenta. Ciertamente el Gobierno Aznar cometió el error de no prestarse a financiar a las asociaciones memorialistas para desenterrar fosas y cunetas reparando esa deuda larga y dolorosa –para un Gobierno de la derecha habría supuesto un hito– y ese error abonó que después aflorase un oportunismo con la memoria histórica en el PSOE, que ha ido a peor con la presión de Podemos. No menos sino más rencor. Gregorio Marañón decía que las guerras civiles duran cien años. Entiéndase, no menos de tres generaciones. Aún nos queda guerra.

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