Las cinco diferencias

A veces la definición de servicio público de un programa se demuestra aplicando una lupa que diferencie las propuestas

Antes de que una generación buscara a Wally, hubo otra que se entretenía con los pasatiempos del periódico de cada día o los tebeos de los sábados. Inútil para los jeroglíficos y demasiado impaciente para los crucigramas, cogí afición al juego de buscar diferencias entre dos imágenes. Eran cinco o siete, según rango del riesgo y algunas endiabladamente sutiles de manera que echabas la mañana en la cosa si no acudías –sin que te viera nadie y menos un hermano chivato– a las soluciones del final. Lo que está pasando con la RTVE (dimisiones y ceses, fichajes estrella, crisis de un modelo que en modo alguno se ha consensuado) me ha llevado precisamente a ese juego, porque a veces la definición de servicio público de un programa –en vez de tanta cháchara y tanta retórica muchas veces fuera– se demuestra aplicando una lupa que nos haga diferenciar una propuesta de otra. Hablo de dos de los éxitos de la RTVE: Maestros de la costura y MasterChef. En principio ambos comparten un formato archiexplotado y eficaz. Se trata de un concurso sobre aprendizaje y destreza de una determinada profesión, la cocina en el segundo y la costura en el primero. En ambos casos se cuenta con presentadores que son conocidos en su terreno, aunque en el caso de Maestros además se cuente con una profesional de la televisión que añade ritmo y que sirve –bien traído– de hilo conductor. Los concursantes son personas que aspiran a dedicarse al oficio aunque –primera diferencia– en el de la cocina haya una versión de famosos de determinado perfil y en el de la aguja los famosos –por su profesión y no por su apellido o romances– aparecen para acompañar al juego y para mostrar sus trabajos. El perfil de los concursantes, aparte de la versión VIP, también es sustancialmente distinto. Sobre todo cuando se cargan las tintas en personas que llaman la atención por irritantes, sibilinas o cualquier otra virtud para subir el share. Y cómo los tratan los presentadores sería la diferencia mollar: dan vergüenza las humillaciones y salidas de tono de alguno de los de la cuchara mientras que los maestros de la costura hacen honor a su nombre y como tal ejercen. Resumo: con el mismo formato se hacen dos programas diferentes. En uno se alientan la superación, el esfuerzo y el amor por la excelencia. En el otro se promociona una carrera de sacos –con excepciones– en la que valen las zancadillas y las salidas de tono.

Y en cuanto a los discursos de unos y otros el abismo es tan profundo como entre Arévalo y Faemino y Cansado, pongo por caso. Podría seguir pero me parece importante que en plena discusión del modelo de una radio televisión pública hablemos de valores. Con los mismos mimbres puede hacerse una hermosa cesta o un felpudo. Que tomen nota.

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