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Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

El don del Gran Poder

El Gran Poder abrió ayer el año devocional sevillano con su quinario como abrirá las puertas de la luz el 6 de enero

Es una devoción adulta. Cuando llevamos a nuestros hijos y nietos ante él para presentárselos al poco de nacer, cuando después -en tiempos más felices en los que esto podía hacerse- los llevamos en brazos para que pasen su manita por el talón, cuando basta auparlos un poco para que besen sus manos, cuando son tan niños que aún no saben que existe el tiempo, cuando son tan jóvenes que se sienten eternos, no pueden entender del todo lo que están viendo. Ven su fuerza, su misericordia y su ternura; pero no su debilidad, su exigencia y su tristeza. Solo cuando llevamos nuestra debilidad ante la suya para que su fuerza nos sostenga, solo cuando llevamos nuestra culpa ante su exigencia para que su misericordia nos absuelva, solo cuando llevamos nuestra tristeza ante la suya para que su ternura nos abrace, vemos de verdad al Señor del Gran Poder.

Dador del Reino a los pobres, herencia de los mansos, consuelo de los que lloran, defensor de quienes claman justicia, misericordia de los misericordiosos, Dios que solo se revela a los limpios de corazón, padre de quienes buscan la paz, refugio de los perseguidos, defensor de los injuriados por la vida y por los hombres, es el Señor del Gran Poder. Ninguna otra imagen sagrada de Sevilla, tan hondas y conmovedoras como hay, hace visibles como él las bienaventuranzas, que son fuerza de Dios y esperanza de justicia para quienes más sufren las injurias de la vida y las injusticias de los hombres.

Quien como él está a merced de los poderes de este mundo, quien como él carga cruces que le encorvan la espalda, quien como él apenas tiene fuerzas para seguir adelante, ese es quien lo ve en su total realidad. Por eso es una devoción adulta, parca en palabras y larga en silencios y miradas. Este es el Señor que dijo: "No son los sanos los que necesitan al médico sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan". Este es el Señor de los salmos 146 y 147 que hace justicia a los agraviados, da pan a los hambrientos, libera a los cautivos, abre los ojos a los ciegos, levanta a los caídos, guarda a los extranjeros, sostiene al huérfano y a la viuda, y sana los corazones rotos. Y está aquí, con nosotros, entre nosotros -¿cómo agradecer este don?-, visible en la portentosa imagen que ayer abrió el año devocional sevillano con su quinario como abrirá las puertas de la luz el 6 de enero.

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