alto y claro

José Antonio Carrizosa

Los tres estadios y ocho plazas de toros

ESTA semana hemos sabido que Sevilla tiene ya un cuarto de millón de parados y ésos son sólo los que, por estar cobrando aún una prestación o por tener alguna expectativa de reengancharse en el mercado laboral, están inscritos en las oficinas de empleo. Los que han agotado todas las ayudas de la Administración y por desesperación han desistido de encontrar un trabajo a través del servicio público de empleo no están en esta estadísticas. Con ese cuarto de millón de hombres y mujeres podríamos llenar sin dejar una localidad libre el Benito Villamarín, el Sánchez Pizjuán y el estadio de la Cartuja y aún quedarían para completar hasta la bandera ocho plazas de toros de la Maestranza. Ése es el problema y no otro.

El problema, y Griñán lo sabe igual que usted y que yo, no es si el federalismo es asimétrico o cooperativo. Tampoco, y Valderas lo conoce perfectamente, si queda por ahí algún pueblo con un yugo y unas flechas grabados en la piedra de su ayuntamiento o con Franco en el rótulo de alguna calle. Ni si Zoido se quiere situar para revalidar la Alcaldía de Sevilla o aspirar a presidir la Junta.

Por eso, todo el tiempo y la energía que nuestros políticos pierden en cuestiones sin relevancia y en polémicas estériles lo único que hace es degradar más y más la escasa confianza que queda en la política y en sus representantes y cebar la bomba de una fractura social que ya se ve en la calle y que no sabemos a dónde nos puede llevar. Una sociedad con los niveles de paro que nos señalan las estadísticas está profundamente enferma y esa dolencia terminará manifestándose más temprano que tarde. ¿Cuánto tiempo más van a seguir aguantando las miles de familias de Sevilla en las que no entra un duro y que están malviviendo a base de las pensiones de sus mayores o la chapuzas en una economía sumergida que también está cada día más difícil?

Existe un riesgo real de que la gente, indignada ante la falta de perspectivas, termine arrinconando a la política y buscando otras vías. Lo que pasó en Madrid el 25 de septiembre con la extraña convocatoria de asalto al Congreso es sólo la manifestación de algo incipiente pero que en los próximos meses puede adquirir otra dimensión. Contribuye a ello que la demagogia y el populismo tienen un terreno abonado en las redes sociales y que, como bien sabemos, hasta ahora, en la historia han fracasado todos los intentos de ponerle puertas al campo.

La situación es muy complicada y se va a complicar mucho más cuando se concrete el segundo rescate a España, que ya es puesta como ejemplo de mala gestión en los debates electorales de Romney y Obama. No es para tomársela a la ligera. Nuestros políticos deberían pensar cada mañana, antes de enredarse en cuestiones que a nadie solucionan nada, en esos tres estadios y ocho plazas de toros que los miran exigiendo soluciones. Porque existe un alto grado de probabilidad de que, a no mucho tardar, empiecen a mirar para otros sitios.

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