La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El desgarro de la muerte en el Parlamento de Andalucía
Seguro estoy de que difícilmente podrá uno toparse con un tiempo de intolerancia tan acentuado como el que hoy padecemos. Resulta que ha entrado una terrible fiebre prohibitiva contra lo que a uno no le gusta. Afortunadamente, el personal no tiene atribuciones prohibitivas y sólo se queda en el deseo. Ejemplos a puñados. El antitaurino no se conforma con no ir a los toros sino que tampoco quiere que vaya el prójimo que sí es aficionado a ese arte, arte con mayúsculas tal como se encarga de demostrar Morante cada vez que se viste de seda y oro. O esos que abominan de la Semana Santa y que andan ahora en rogativas por una lluvia que destroce la cosa. Qué intolerantes estos homínidos, qué poca consideración con los gustos ajenos. No le gusta los toros, pues no vaya; no le gusta la Semana Santa, pues igual, váyase lejos, mientras más lejos, mejor, eso ganamos.
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