La esquina
José Aguilar
Ya no cuela el relato de Pedro
Curioso: la fiesta de Vox se parecía más a las fiestas tradicionales del PCE o del PNV que a las que organiza la derecha. Casetas de venta de productos de todas las provincias, actividades para niños, conciertos para jóvenes y mayores, dirigentes del partido mezclándose con la gente que abarrotaba el recinto… Vox está vivo y bien vivo, como dicen las encuestas, pero además sus figuras más representativas saben qué gusta a su gente: sentir cerca a sus líderes, charlar con ellos de tú a tú y hasta marcarse unos bailes con ellos, como hicieron con Macarena Olona, que demostró que conocía perfectamente los pasos de la canción de Los del Río. Vox no sigue las pautas de otros partidos. Huye de buscar el encuentro con las grandes figuras de la empresa y la banca y se centra en pymes y autónomos, familias de clase media, colectivos docentes y profesionales que se resienten de las medidas que aprueba el gobierno. Son políticamente incorrectos y en lugar de corregir el rumbo para captar los votos de quienes se sienten incómodos por seguir a un partido al que se acusa de homofobia y xenofobia, que considera delincuentes a la mayoría de los MENA, pretende cortar con la asimilación de los inmigrantes ilegales y hasta pone en duda la vacunación contra el Covid, insiste en esas posiciones que, al menos hasta ahora, están dando sus frutos. Las mantienen por convicción, sin complejo, por lo que siguen expresando sus recelos hacia colectivos que consideran marginales, o potencialmente peligrosos, o que van contra los principios de la España tradicional. Rechazan los argumentos que defiende mayoritariamente la sociedad actual que, con excepciones, es permisiva, solidaria y que defiende la libertad de los individuos. Sean como sean y vengan de donde venga, siempre que no cercenen la libertad de los demás.
No le va mal a Vox con esa política. Sigue subiendo mientras otros partidos con más historia tienen problemas para mantener el voto, y más aún para crecer. A pesar del rechazo que provoca en un sector muy amplio, ha encontrado el tono adecuado para seguir captando nuevos simpatizantes: la cercanía en primer lugar y, en segundo, la valentía de sus candidatos para defender sus ideas allá donde quieren que llegue su mensaje.
En el PP están seguros de que podrán gobernar con el apoyo de Vox porque, en caso de que no se lo presten y permitan que siga Sánchez en Moncloa, Vox desaparecería del mapa. Queda mucho para las elecciones y en política las cosas pueden cambiar en 24 horas, pero hoy la evidencia es incuestionable: Vox está vivo y bien vivo, incluso puede crecer. Y no parece dispuesto a dar más apoyo al PP por nada. Que se ande con ojo Casado.
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