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La ciudad y los días

Carlos Colón

Las fiestas de la Macarena

FIESTA y Macarena son, como decía Paul McCartney en Michelle, "deux mots qui vont très bien ensemble": dos palabras que están a gusto juntas. Ojo: tomando fiesta en su sentido más serio, el que Real Academia fija como día en que se celebra una solemnidad o que la Iglesia celebra con mayor solemnidad que otros; regocijo dispuesto para que el pueblo se recree; y agasajo, caricia u obsequio que se hace como expresión de cariño. Lo último -cariñoso agasajo, caricia y obsequio- es la mejor definición posible de la estación de penitencia de Viernes Santo y de gloria de Resurrección prometida que hace la Esperanza en la Madrugada. Lo de celebrar una solemnidad se da todos los días en la Basílica, sean o no cultos solemnes de Regla, porque es sabido que siempre es seis de enero en San Lorenzo y 18 de diciembre en la Resolana: ¿o no brillan allí cada día el Gran Poder de Dios y la Esperanza única de los mortales? Y lo de regocijo para que el pueblo se recree va de suyo en todo lo que tiene que ver con la Esperanza, ya sean estos regocijos religiosos o mundanos, que allí se difuminan las fronteras entre lo sagrado y lo profano: ¿o no está escrito en su Arco que la Macarena es Puerta del Cielo que trae la eternidad a lo cotidiano y hace lo cotidiano eterno?

Como allí todo resucita y los adioses nunca lo son para siempre, hace siete años la Hermandad de la Macarena recuperó la velá de la Virgen del Rosario que desde antiguo se celebraba en los primeros días de octubre. El segundo objetivo de estas fiestas es resucitar una tradición del barrio y ofrecer lo que ahora se llama alternativa de ocio, pero con aire macareno. O lo que es lo mismo, puramente andaluz y sevillano. Y esto no lo digo yo; lo dijeron hace casi un siglo los hermanos Álvarez Quintero cuando llamaron a la Esperanza madre de los sevillanos, alma de Andalucía y sol de la Macarena.

Decía que éste es el segundo objetivo porque el primero y principal es recaudar fondos para la Asistencia Social de la Hermandad. Que tiene fama de rica por su patrimonio y por el número de sus hermanos, pero está siempre con las manos vacías -lo que dicho en cristiano es tenerlas llenas de esa riqueza que el ladrón no puede robar ni la polilla corroer- porque da más de lo que tiene. Como decía un gran macareno señalando la puerta de la Basílica: por allí sale siempre más de lo que entra. Así que, si no por macarenos, si no por sevillanos, si no por cristianos, vayan siquiera por solidarios a estos regocijos, dispuestos hoy y mañana para que el pueblo se recree, que tienen el nombre más hermoso del mundo: de la Macarena.

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