La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Era urgente guardar silencio, alcalde
No habla directamente de bulos y fakes, pero se lee entre líneas. El vuelco de la enseñanza de Lengua y Literatura que prepara el Gobierno (pensando en los adolescentes) debería ser un contenido obligatorio, transversal y para todos los niveles: menos análisis sintáctico y más aprender a comunicarse; menos listados de obras y autores y más leer... Completemos el texto oficial: menos ruido, radicalismo y desinformación, y más habilidades para no dejarse intoxicar y no participar de linchamientos sociales.
Que no sea "nada nuevo", ni ajeno al modelo de enseñanza competencial que la UE y la OCDE predican desde hace años, no le resta valor. Dominar la comunicación en el ecosistema globalizado y digital de las plataformas y las redes sociales sigue siendo una asignatura pendiente, dentro y fuera de las aulas. Ser críticos sin ser kamikazes. Expresarse con soltura en público y por escrito. Sin hacer seguidismo ni caer en la arrogancia y la vehemencia. También en la Universidad. Me gusta hacer la prueba con los alumnos del primer curso ¡y sudan! Los veinte centímetros de la tarima dan vértigo. Da igual que sean de Comunicación. No les salvan ni las mascarillas. Todos nos crecemos si está detrás del muro difuso de la pantalla del móvil y el anonimato protector de la identidad digital. Y todos, con muy pocas excepciones, naufragamos en la confusión. Real o provocada.
Seguro que han oído hablar del "gran apagón". Se supone que los periodistas somos gente informada. Y los científicos del CSIC. Y los economistas que mueven los hilos del Íbex. Y los asesores que les dicen a nuestros políticos cómo respirar.
No sé cuántas informaciones he leído ya sobre con el "kit de supervivencia", la guía de consejos básicos y las "mentiras y verdades del blackout europeo" sin que haya llegado a nada claro. Ni gris. Me debato entre pedir a un buen amigo -y mejor visionario- que me pase su Excel de compras esenciales (incluido el camping gas) o declararme en rebeldía y no hacer ni un solo gasto confiando en boicotear esta nueva conspiración global (de los de siempre) para desatar la fiebre navideña con dos meses de antelación.
Ahí está el trasfondo del asunto. Entre la crisis de la luz y el riesgo de desabastecimiento del gas, cualquiera se pronuncia sobre el gran apagón. Lleva razón el Gobierno, nuestro sistema de enseñanza hace aguas. Pero no nos equivoquemos: no es un problema (exclusivo) de los jóvenes. Mi solución (¡lo admito!) no es más que un atajo nada ejemplar: he llenado la nevera (de vinos)... por si acaso.
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