La limpieza y el civismo

Sevilla está sucia porque los sevillanos la ensuciamos y porque Lipasam la limpia tarde y mal

20 de febrero 2022 - 01:48

Que Sevilla está sucia, y que esa no es una cuestión menor, es algo que reconoce ya hasta el alcalde. Es justo destacarlo porque sus antecesores, tanto socialistas como populares, preferían mirar hacia otro lado y echar balones fuera cuando se les ponía esta situación por delante. Que las calles están empercudidas es algo que hay que admitir como una realidad objetiva y si nos comparamos con otras ciudades de cerca o de lejos salimos todavía peor parados. Es recurrente poner la suciedad local en relación con la limpieza que refulge en algunas del norte como Vitoria, Oviedo o Santander. En ellas te puedes tirar dando vueltas por la calle de sol a sol que no verás una mascarilla tirada, una papelera reventada o un contenedor rodeado de bolsas de basura hediondas. Juan Espadas solía decir, cuando se le preguntaba por este agravio, que las del norte son ciudades-boutiques con centros históricos puestos como pasteles en el escaparate de una confitería y que, en cambio, Sevilla es una macrociudad que viven a fondo y en la calle a diario más de un millón de personas. Y claro que algo de eso hay, pero no hay que viajar mil kilómetros para encontrar diferencias notables. Dense una vuelta por Jerez, Córdoba o Almería y notarán el contraste.

Los encargados de la limpieza pública en Sevilla no han estado finos desde hace ya muchos años, aunque en determinados momentos, por ejemplo, cuando se acercan las elecciones municipales, parece que, como los moros de Queipo, tienen el don de la ubicuidad. Pero no toda la culpa hay que ponerla en el trabajo de los directivos de Lipasam, en la escasez de la plantilla o en la falta de medios para tener como se debe una ciudad tan compleja como ésta. Es necesario hablar también del grado de civismo de los sevillanos y de cómo una circunstancia alimenta a la otra. Es decir, al ciudadano le da menos reparo tirar una colilla al suelo en una calle en la que hay decenas de ellas ensuciando el pavimento que hacerlo en otra que presentara un aspecto impoluto.

No cabe duda de que los sevillanos no podemos presumir de estar demasiado arriba en la clasificación nacional de ciudadanos cuidadosos con su ciudad. La ciudad está sucia porque somos nosotros los que la ensuciamos y está sucia porque se limpia tarde y mal. No es cuestión de despejar la ecuación de quién tiene más o menos culpa. Está claro que el Ayuntamiento en esta cuestión no está a la altura de las circunstancias, pero también lo está que la educación de los que usan sus calles está lejos de lo que debería ser. Hágase un esfuerzo por ambas partes porque Sevilla vive cada día más de la imagen que proyecta y, por ahora, no es una imagen que destaque por su pulcritud.

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