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Las dos orillas

josé Joaquín / león

¿A qué llaman transparencia?

LAS últimas elecciones autonómicas y municipales obligan a buscar el consenso… para una reforma electoral. Vamos a tener unos ayuntamientos difícilmente gobernables, que pueden empezar con un gobierno y terminar con otro, tras presentación de moción de censura. De modo que tanto el gobierno de ahora como el cambio posterior no sería elegido directamente por los votantes, sino que saldrá de los tejemanejes de los partidos. Mientras se habla de la transparencia en la política, estamos asistiendo a las negociaciones más burdas y oscuras desde las primeras municipales de 1979. Antes, al menos, los pactos eran previsibles. Ahora todo depende de requisitos que se varían y de líneas rojas que se traspasan. De caprichos, en definitiva.

Estamos en un tiempo de perplejidad democrática. Cuanto más se presume de algo, más falso resulta. Los partidos que más hablan de contar con las bases son Podemos y Ciudadanos, pero tienen los liderazgos más personalistas. Porque, al final, se hace lo que digan Pablo Iglesias y Albert Rivera, respectivamente. Véase el caso de Andalucía. Con ellos hemos vuelto a un centralismo político, donde todo depende de Madrid o Barcelona. Los barones y baronesas autonómicos y municipales del PP, en general, han salido malparados, y los del PSOE también, a excepción de Susana Díaz. Así que las medidas se toman en las cúspides. A los demás les toca obedecer.

¿A qué llaman transparencia? Es evidente que no la hay en las negociaciones de estos días. Se pide respeto a las mayorías simples ganadoras y no se cumple. La normativa electoral impide la elección directa de alcaldes cuando no hay mayorías absolutas. El PP intentó una reforma electoral y la anunció, pero no encontró apoyos porque el PSOE temía que la cambiara en provecho propio; y en el PP llegaron a la conclusión de que modificarla unilateralmente se les volvería en contra. Se ha quedado como estaba. Y se está viendo que sólo servía para un escenario fuertemente bipartidista.

Algunos demoscópicos piensan que la elección directa de los alcaldes en segunda vuelta beneficiaría más al PSOE que al PP, porque concentraría el voto de la izquierda. Pero es imposible saberlo, mientras no se vea. En todo caso, obligaría a seleccionar mejor los candidatos. Además de ser más respetuoso con la voluntad del pueblo. Y lo mejor es que no haría falta pordiosear apoyos, ni jugar a los trileros, ni entregarse al mejor postor, como sucede ahora.

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