La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Ayuso los vuelve locos
Lo bueno de ser lega en ciertos asuntos metasevillanos es que a algunos significantes les atribuyo, en una absurda maniobra deductiva, un significado delirante, como hacen a menudo los niños y los locos. Eso me ha pasado con la Magna, término que hace unas semanas comencé a escuchar con insistencia sin saber del todo qué cosa era. Como eso de “la Magna” llegó a mis oídos a la vez que llegaba a mis ojos el mural de la Estrella en la antigua oficina de Correos en Triana, deduje que semejante epíteto homérico hacía referencia a esa copia ampliada de la Virgen. Al poco supe que la Magna consiste en 40 horas seguidas de procesiones con todos sus avíos desplegadas bajo las bombillas navideñas el día de la Purísima. La rave de Dios, dirían los Pony Bravo. Si la parusía no nos sobreviene ese puente, yo ya no sé… La magna estampa de la Estrella sobre Correos me resulta una acertada representación o metáfora de la procesión magna: últimamente pareciera que Sevilla está subiendo a tope el volumen, color y escala de la espectacularización del fervor. Lo que ya es grande no necesita ser magno, con su Semana Grande (venga, y sus vísperas) a Sevilla le basta y sobra. Todo lo demás está de más.
Dicho esto, me desdigo un poquito: el mural de La Valiente tiene su punto. Lo primero que pensé al verlo fue en aquel corto, Complejo de Edipo, de Woody Allen en el que su madre se aparece en grande (magna, yo diría) sobre los cielos de Manhattan y les va contando a los neoyorquinos cosas deshonribles de su niño. ¡Eso debiera hacer la Virgen con cada uno de nosotros, a ver a qué guapo le aguantaba la reputación! Cuando me lo encontré, tras unos instantes donde di rienda suelta a mi vena pelín anticapillita, le vi su lado underground: ese edificio es la única construcción de aspecto soviético, prácticamente estalinista, que tenemos en Triana. Lo pones en la avenida Léninski de Krasnoyarsk y no desentona. Cuando el amigo David Linde me obsequió con los mapas que la KGB hizo en los 60 del barrio –da gloria leer Pagés del Corro en cirílico– lo primero que miré fue Correos, para ver si lo habían previsto para checa. El mural de la Estrella en la fachada tiene sabor grafitero y urbano, de arrabal ahora un poquito berlinés. Me gusta. Eso sí, ya puestos, podrían haberlo hecho en condiciones y haberlo encargado a un muralista, que los hay buenos en la ciudad. Los papeles, a cuyo pegado asistí como otros muchos transeúntes, a los pocos días ya estaban algunos despegados. (Consuela, eso sí, que Mariscos Emilio, patrocinador, no conste a grandes letras luminosas y rojas típicas de sus establecimientos). Al mural de la Estrella le sobra lo cutre. Por lo demás, la magna Valiente entona la esquina a partir de la cual San Jacinto recobra su gracia al no haber sido –todavía– infestada de veladores y baretos con solera de mentira.
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