La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El desgarro de la muerte en el Parlamento de Andalucía
Crónica levantisca
LO único bueno sucedido ayer en Palma es que un poder independiente emanado de la Constitución puede sentar a la hija del Rey durante siete horas para un interrogatorio ante la duda de unos delitos. Un día, en efecto, histórico. Todo lo demás es malo. La escasa ejemplaridad del matrimonio Urdangarín Borbón en sus negocios cuando es ésta virtud la que sostiene a la Corona, la ceguera impostada de una profesional ante los asuntos económicos domésticos debido a la fe que profesa a su marido, las evasivas como instrumento de defensa. Cristina, como Ana Mato, no veía. Todo malo, poco ejemplar. Es posible que los abogados penalistas de la infanta Cristina hayan escogido la mejor estrategia para evitar su procesamiento, pero ha sido poco edificante. La Infanta será desimputada y su marido, juzgado, sin más líneas de defensa después de que su esposa le adjudicase toda posible responsabilidad sobre esa extraña pareja formada por Nóos y Aizon. Y eso es lo malo, pero nos hemos librado de lo peor: que la Infanta no hubiera declarado cuando cualquier otra persona, ante tales indicios, sería llamada a declarar; la impunidad demostrada habría traído consecuencias aún mayores sobre la institución de la Corona, obligada a partir de ahora a una seria transformación. La institución se puede salvar; Urdangarín, no.
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