Crónica Personal

¿Quién mandará en la UE?

Hacerse ilusiones sobre las posibilidades de Sánchez o Casado de convertirse en el motor europeo es irreal

Empieza la venta de la piel del oso antes de cazarlo. Angela Merkel, aún con varias semanas de permanencia en la cancillería, debe sentirse estupefacta por las prisas por sustituirla como líder de la Unión Europea, porque en eso sí que concita unanimidad: es la persona que pisa más fuerte en Europa desde hace años.

Casado ha recibido un empujón tras la convención de su partido e incluso de Iván Redondo, que en Lo de Évole dijo que era el único dirigente que podría disputarle la Presidencia a Pedro Sánchez. Pero es precisamente Sánchez el que sigue con atención lo relacionado con la sucesión de Merkel como la personalidad más influyente de la UE. Honor que persigue el presidente Macron y, aunque se mueve menos que el presidente francés, por no decir nada -al menos hasta ahora- el primer ministro italiano Mario Draghi también cuenta con currículum de categoría. Su experiencia al frente del Banco Central Europea lo coloca en posición inmejorable, pero sobre todo cuenta con el llamado "milagro italiano" capitaneado por él, que ha construido un Gobierno multipartidista que ha sacado a Italia del hoyo económico y político en el que se encontraba.

Casado se presenta ahora como aspirante a un papel de relevancia en la UE, porque, tras el bajón de la CDU en Alemania, el PP es el partido de centro derecha con más solidez. Pero antes de cualquier sueño, tendría que ganar las próximas elecciones.

Sánchez no ve muchos rivales que le puedan disputar el papel de convertirse en el personaje más influyente de la UE tras la desaparición de Merkel. Más le vale ser prudente. Si Scholz es finalmente canciller, optará a ese liderazgo que correspondía a la mujer de la ha sido ministro de Finanzas gracias a la coalición entre socialdemócratas y conservadores. Sánchez suele presumir de su experiencia europea, que no es tanta porque durante su estancia en Bruselas antes de ser concejal en Madrid sólo era uno más de los múltiples asesores de eurodiputados que pululan por los pasillos del Parlamento Europeo. Y como jefe de Gobierno no destaca excesivamente en Bruselas sino que, por el contrario, provoca recelos importantes por su coalición con Podemos, su reticencia a asumir las recomendaciones de la Comisión respecto a la reforma laboral, pensiones, control de los fondos de recuperación, y no abordar el problema de la Justicia.

La esperanza es lo último que se pierde, pero hacerse ilusiones sobre las posibilidades de que el presidente español o el actual líder de la oposición puedan convertirse en el motor europeo es irreal como la vida misma.

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