Notas al margen
David Fernández
Las banderas de Andalucía siguen vigentes
EL curso político se ha iniciado hace apenas 15 días y ya está el mentidero plagado de noticias que se difunden a velocidad de vértigo, como ocurre cuando hay tensiones importantes entre Gobierno y oposición, entre Gobierno y Gobierno, entre miembros de un mismo partido… o en el mundo independentistas catalán, donde tiraban con bala unos y otros preparando la Diada, a donde llegaron con las espaldas en alto ERC y Junts.
Un miembro destacado del PP cuenta que Iván Redondo está ofreciendo sus servicios a un partido que conoce bien, pues en tiempos asesoró a Basagoiti, Albiol y Monago. No explica si el ex brazo derecho de Pedro Sánchez ha iniciado un acercamiento o lo ha hecho alguien en su nombre tratando de tantear el terreno. Habrá que esperar, pero cuando Redondo fue sorprendentemente cesado –él siempre dijo que fue a petición propia y tras mucho insistir– se contó que tenía el ojo puesto en Latinoamérica, donde siempre hay algún país que celebra elecciones presidenciales, legislativas o municipales, y por tanto candidatos y jefes que necesitan asesoramiento.
El cese de Redondo antes de verano ha provocado un mar de sentimientos encontrados en los seguidores del presidente del Gobierno. En el sanchismo –que no en el PSOE, porque en PSOE es otra cosa– la lealtad al líder no está en cuestión, pero ha aparecido una cierta inquietud que algún colaborador de Sánchez se atreve a confesar: nadie se siente seguro en su puesto. Pedro Sánchez exige incondicionalidad, pero él no es incondicional a nadie. La prueba es que en la remodelación del Gobierno prescindió de tres personas a las que universalmente se consideraban intocables: Carmen Calvo, José Luis Ábalos e Iván Redondo, miembro del Gobierno porque tomaba más decisiones que la mayoría de los ministros.
Ábalos ha declarado esta semana que no ha vuelto a hablar con el presidente desde que le echó del Gobierno y de la secretaría de organización del partido, aunque a lo mejor fue él quien decidió abandonar el cargo en el partido porque ya no sentía la confianza del presidente. En cualquier caso, las declaraciones de ahora, duras por lo que significan, dan credibilidad a algo que se publicó este verano: que cuando Pedro Sánchez comunicó a Ábalos que iba a ser relevado como ministro de Fomento, el presidente le dijo algo así como que él, Ábalos, sabía por qué tomaba esa decisión. La rumorología sigue disparada desde entonces.
Tampoco está muy fino Pablo Casado. Lanzar el nombre de José Luis Martínez Almeida cuando le piden opinión sobre la candidatura de Díaz Ayuso a la presidencia del PP madrileño. Aparte de colocar en una situación delicada al alcalde, que desconocía que Casado iba a hacer el anuncio, provoca tensiones entre Casado y Ayuso y entre Almeida y Ayuso. No es difícil adivinar quién va a salir mejor parado, o parada, de esa situación que no tenía que haberse producido. Porque Ayuso gana las elecciones del PP madrileño con la gorra, aunque se presentara como rival el propio Casado, y porque se afianza la idea de que Casado no acaba de encontrar su sitio. Algunas de sus iniciativas como líder de la oposición favorecen a Sánchez más que le perjudican, y además sigue abriendo frentes en su partido, que estaría más pacificado si no fuera por las grietas que abren Casado y Egea.
La Convención del PP se va a prolongar durante siete días, en distintas ciudades, para cerrar con apoteosis en la plaza de toros de Valencia. ¿Habrá efectivamente apoteosis? Siete días son muchos días, con toda seguridad se llegará a la clausura con hartazgo de declaraciones y gestos, y con menos titulares de los necesarios. Lo breve, si bueno, dos veces bueno.
Los veteranos de PSOE y PP se están portando de forma heroica ante los desaciertos de los respectivos líderes de sus partidos. Habría que pagar por escuchar lo que se habló en el almuerzo que mantuvieron Rajoy, Soraya, Fátima, Méndez de Vigo y Ayllón, entre otros, días atrás. Habían quedado antes del verano, pero Rajoy decidió que fuera en una terraza y a la vista de todo el mundo. A nadie se le escapa que quería demostrar urbi et orbi que su vicepresidenta estaba viva y bien viva. Ese día se había publicado su muerte y la noticia le llegó a ella cuando estaba en una reunión telemática con gente de su despacho, que quedaron con los ojos a cuadros, y ella misma también, cuando alguien telefoneó para decir que la daban por muerta. Se habla mucho de la diferencia entre los políticos de antaño y los actuales, falta rigor, experiencia y profesionalidad; pero se menciona poco que también falta rigor, experiencia y profesionalidad en algunas figuras del periodismo actual, que no cumplen con la primera regla: confirmar una noticia. Si a eso se une el daño de las redes sociales mal utilizadas, se completa el círculo de la insensatez.
Dentro de unos días se celebra en La Toja el tercer Foro Atlántico que promueve el hotelero Amancio López Seijas. Inaugura el Rey, clausura Pedro Sánchez y acuden personalidades del máximo nivel de España y de fuera de España. El año pasado se celebró un mano a mano entre Felipe González y Mariano Rajoy, debate que entusiasmó y se ha decidido repetir en esta edición. El entusiasmo se debió al fondo y a la forma, la contundencia y seguridad, con la que expusieron sus argumentos, que defendían con conocimiento de causa. Entusiasmó por igual el trato que se dispensaban uno al otro, el respeto con el que escuchaban al adversario y cómo rebatían o apoyaban sus ideas. No parece posible que ese tipo de debate se produzca hoy entre dos primeras fila de partidos distintos. De ahí que se haya pensado en la repetición de la fórmula entre los mismos contendientes, fue un lujo escucharlo.
El único consuelo es que tampoco hay dirigentes de primerísima magnitud en otros países. Se retira Merkel y ni Laschet ni Sholtz tienen, ni de lejos, su experiencia ni sabiduría. En Italia Mario Draghi preside un Gobierno de concentración. Con éxito, porque llegó a primer ministro sabido de casa, había sido presidente del Banco de Italia y presidente del Banco Central Europeo. El cargo institucional más importante del presidente español ha sido concejal de la oposición del Ayuntamiento de Madrid y diputado. El de Casado, diputado. Todo eso se nota cuando llegan a lo más alto: les falta poso.
En el PSOE miran de reojo a Yolanda Díaz. Algún que otro dirigente cree que la vicepresidenta acabará en las filas socialistas, aunque otros afirman que, por el contrario, su aspiración es convertirse en la principal figura de la izquierda y aguantará junto a Sánchez, en el Gobierno de coalición, hasta el último momento. Mientras tanto, se irá colocando medallas. La última, presentarse en Barcelona el día que se anuncia que el Gobierno retira el dinero que destinaba para la ampliación del Prat. Yolanda dio a entender que esa decisión se debía a ella misma, con su defensa ante Sánchez de que hay que apostar por propuestas que avancen en la línea ecologista y defensa del medio ambiente que defiende la UE y cualquier organismo o persona sensata. Parece que deja hacer a Belarra y Montero, pero Yolanda Díaz no da puntada sin hilo.
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