Crónicas levantiscas
Valencia es nuestro Katrina
Los efectos negativos humanos y sociales de la Revolución Industrial fueron denunciados por sus coetáneos. Robert Owen, padre del socialismo inglés, escribía en 1818: "Acarreará los males más lamentables y permanentes, a no ser que su tendencia sea contrarrestada por la injerencia y orientación legislativas". Pero casi nadie prestó atención a sus efectos medioambientales, pese a su evidencia tan magistralmente descrita por Dickens en 1854: "Era una ciudad de ladrillo rojo, o de ladrillo que habría sido rojo si el humo y las cenizas lo hubieran permitido; pero tal como estaba, era una ciudad de un rojo y negro poco naturales, como la cara pintada de un salvaje. Era una ciudad de máquinas y de altas chimeneas, de las cuales salían interminables serpientes de humo que nunca se disipaban. Tenía un canal oscuro y un arroyo que arrastraba sucias y malolientes aguas…" (Tiempos difíciles). Y mucha menos atención se prestó al calentamiento global. Más de un siglo después, cuando en 1972 la ONU convocó en Estocolmo la primera conferencia sobre medio ambiente, apenas se trató el cambio climático centrándose sobre todo en la polución química, las pruebas de bombas atómicas y la caza de ballenas.
Esta semana, medio siglo después de esa reunión, se ha presentado el sexto informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, elaborado durante tres años por 234 científicos de 66 países. En él se concluye que "es inequívoco que la actividad humana ha calentado la atmósfera, el océano y la superficie terrestre (…) y que muchos de los cambios observados en el clima no tienen precedentes en miles, si no en cientos de miles de años, por lo que estamos ante una crisis sin precedentes".
En este ya largo momento de euforia científica habría que revisar desde los inicios de la Revolución Industrial el mito de la neutralidad de la ciencia y qué papel ha tenido como servidora de un capitalismo no limitado por la razón, el humanismo y las leyes. Como escribió Savater en Ética y ciudadanía: "La verdadera ciencia, la que podemos llamar una ciencia buena, es la que toma en cuenta la subjetividad, la que toma en cuenta lo razonable y se previene contra esa cosa que normalmente oímos decir: 'Todo lo que pueda hacerse se hará'. Hay muchas cosas que pueden hacerse y no deben hacerse. Hay cosas que racionalmente se pueden hacer, aunque no es razonable hacerlas".
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