La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La intimidad perdida de Sevilla
El cambio nunca debía ser convertir la Junta de Andalucía en una agencia de colocación de los antiguos socios. No, no era eso. Una cosa es que el cambio haya sido mínimo, más de forma que de fondo, para que andaluz perdiera definitivamente el miedo a la derecha tras redimir, ¡por fin!, el pecado original de no creer en la autonomía, y otra muy distinta es que se alcanzara tal nivel de desahogo político que hayamos terminado colocando (co-lo-can-do) a gente que no quiere volver a su trabajo o directamente carece de currelo. No nos meteremos con el nivel de formación de algunos personajes, eso se lo dejamos a los elitistas. La honradez, la buena voluntad, el conocimiento real de los problemas de la calle y la capacidad de entendimiento con el discrepante son los cuatro pilares maestros que deben sostener el perfil de un gobernante. Ninguno se adquiere en ninguna universidad. Llevamos dos meses asistiendo a la colocación digital de ex dirigentes de Ciudadanos, toda una suerte del Ars Colocandi, una maniobra que choca en un político tan hábil como el presidente Moreno, quien primero capitaliza la gestión del partido naranja hasta fagocitarlo y ahora va a por los restos del andalucismo histórico, pues hoy martes compartirá mesa de debate con Rojas-Marcos en el museo de la autonomía en Coria del Río. Jugada maestra de Moreno. Nadie puede negarlo.
Pero llama la atención la falta de pudor con la que se efectúan ciertas colocaciones, los riesgos innecesarios que se asumen con ciertas maniobras, el mensaje de más de lo mismo que se proyecta sobre la ciudadanía, la imagen de que todos son iguales que se difunde cuando se goza de un incuestionable grado de popularidad... Doctores tiene la Iglesia y ya se sabe que San Telmo fue seminario. También fue escuela de mareantes. Y por lo que se ve... de navegantes. O de navegadores en el océano de la Junta. A Juan Marín se le han abierto las puertas del Consejo Económico y Social después de tres meses de búsqueda de posada. Se trataba de colocarlo, de que tuviera despacho, sueldo y coche oficial. Ha sido una ceremonia del descaro. Podía haber recalado en la Oficina del Defensor del Pueblo Andaluz, pero Maeztu resistió al invasor como la aldea de los galos. Marín, el colocado, representa la peor versión de un gobierno que no necesitaba de esta ristra de colocaciones, salvo que haya razones que ignoremos. La política jamás se debe analizar desde la ingenuidad. No se preocupen que alguien les dirán que Juan es güena gente. Y que la economía se aprende en dos tardes, como ZP. Ni un español sin pan, ni un naranjito andaluz en paro. Los expulsaron los ciudadanos del Parlamento, pero San Telmo los repesca.
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