Era martes y, tres días antes, la opción B del Betis había derrotado al Barça en su casa con goles de Dani en la vuelta de la Supercopa. Era martes y el Principado monegasco era un ascua de vida en ese 23 de agosto en que el Real Betis Balompié arribaba con la tarea de hacer bueno el gol de Edu en Heliópolis. El premio era el de ser el primer club andaluz en jugar la competición que había sustituido a la Copa de Europa, la Champions League.

Una vez más, este tiempo de confinamiento y crujir de dientes impele a tirar de recursos. Hoy echo mano de un partido que vi in situ y que la tele me ofrecía ayer, el inolvidable Mónaco-Betis del verano de 2005. Fue la noche más grande de Ricardo Oliveira, al que tanto se echó de menos en la ida, pero ayer se me refrescó tanto lo vivido que me quedo con la fortaleza de un equipo que saltaba en la mano de Lorenzo Serra y que sufrió lo indecible para salir por su pie del Luis II.

Aunque se adelantó en el marcador con un testarazo imperial de Oliveira, el equipo lo pasaba mal. Gerard empujaba a su tropa hasta el regazo de un Doblas que se mostraba imponente ante la amenaza de Adebayor. El propio Gerard firmaría tablas con un misil tierra-aire a la escuadra y un penalti muy discutible de Melli a Evra hizo que asomase el drama, pero Doblas le puso la guinda a su partido abortando el cañonazo de Meriem, Juanito sacaba un balón de la raya, en fin...

Luego, Maoulida puso en ventaja a los monegascos con un testarazo libre de marca y ahí se temió lo peor para que resurgiera Oliveira con un eslalon impresionante y una definición prodigiosa. Aún faltaba un cuarto de hora para el final, pero ahí se acabó todo, el Betis entraba en el primer bombo continental tres días después y le tocaba un grupo en el que todos eran campeones, pero ésa es otra historia. Era martes de agosto, relucía el Principado y cabalgaba el Betis.