La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La intimidad perdida de Sevilla
Qué listo es el presidente Moreno. Al día siguiente de tomar posesión como presidente se fue a casa de don Manuel Clavero. Ahora viene de fagocitar a Ciudadanos, de domesticar a la mayoría de sus dirigentes para que, por si acaso, no armen ruido, y acto seguido se envuelve en la bandera andaluza en presencia nada menos que de Rojas Marcos, simplemente Alejandro para tantos como lo vimos vestir el cargo de alcalde como nadie nunca lo ha hecho. Tan cierta era su megalomanía como su capacidad para “quemarse” en el cargo. El PP andaluz, el de Moreno, aspira con descaro a convertirse en el nuevo partido de la tierra, una vez que la derecha andaluza se ha redimido definitivamente del pecado original al no apoyar el sí en aquel referéndum de la autonomía, delante de cuyo panel del recuento de votos se abrazaron ayer Rojas-Marcos y Moreno. El camino de la redención ha sido largo, muy largo. Han sido varios los hitos que poco a poco han permitido que el electorado pierda el miedo a una derecha acusada siempre de no haber creído en Andalucía en los escasos años de fervor autonomista que vivimos, y que era percibida como una verdadera amenaza para el estado del bienestar.
La victoria en las ocho capitales en las elecciones municipales de 1995, el apoyo a la reforma del Estatuto de Andalucía en 2007, la victoria en número de votos en las autonómicas de 2012 y, por supuesto, la formación de gobierno tras las elecciones de diciembre de 2018 después de unos meses en los que Moreno vio cómo los suyos preparaban su funeral político. Tras redimir el pecado original, alcanzar el gobierno y consolidarlo tres años y medio después con la primera mayoría absoluta, queda que el PP sea percibido como el nuevo partido de la tierra. De Lauren Postigo a Domi del Postigo, del Telesur de los años de Borbolla al Canal Sur de Teodoro León Gross, de la pana al chaleco sin mangas, de la primer mujer portavoz, Montserrat Badía, al almeriense Ramoncín, el joven portavoz del actual gobierno, del puño en alto de las primeras fotos en color al pulgar hacia arriba de los selfies. Nada es casualidad en política, nada de cuanto ocurre debe ser interpretado desde la ingenuidad, nada es espontáneo. Moreno quiere hacer suyos los restos del pecio andalucista, como en su día Arenas cuando fichó a varios de sus dirigentes. Hacerse con la bandera andaluza fue el gran éxito del PSOE en 1982. Cuarenta años después, un partido sustituye al otro. Ahora o nunca. Y Alejandro sigue ahí.
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