PARA evaluar el trabajo de las secretarías técnicas del Sevilla y el Betis este verano convenía dejar pasar unos días. Que las obras se enfriaran. Porque coincidirán conmigo en que la inopinada marcha de Luuk de Jong al reclamo de su paisano Koeman es de lenta digestión, como esos densos platos generosos de legumbres y sacramentos.

El último día de los mercados suele ser como un juego de mesa en el que de repente, en la última manga, todos arriesgan e incluso toman decisiones viscerales movidos por la urgencia, simplemente, de hacer algo. Y volvió a suceder el martes.

Esa llamada desde Barcelona llevó a Monchi, supongo que con la aquiescencia de Lopetegui, a valorar más la ganancia económica de la salida de De Jong que la pérdida deportiva que sufre la plantilla de aquí a enero. El vasco suele jugar con un delantero puro, En-Nesyri es titularísimo y llegó Rafa Mir para alternarse con él o cambiar a esquema de dos puntas si hace falta. De Jong era el tercero, pero contaba. Ahotra tiene cuatro meses Monchi para darle el dorsal 9 a alguien en Navidad, porque En-Nesyri y el tercer delantero por accidente, como es al final Munir, se van con Marruecos a la Copa de África en enero, cuando se aviva el fuego con la Copa. Por lo demás, la plantilla cuenta con dos piezas de garantías en cada demarcación. También en los laterales.

El Betis no dispuso de tantas cartas para entrar lo que deseaba y necesitaba en el mercado, porque en las reglas de este juego cuenta el acumulado de partidas anteriores, pero al final, dos fichajes mainstream, Willian José y Bellerín, han elevado el nivel de una plantilla que debe aspirar a volver a Europa. No obstante, cualquiera que sepa de esto ve que en las piezas defensivas de la zaga y la media, los verdiblancos tienen las fichas fiables justas. Y eso, con dos balaceras a la semana, mosquea.