alto y claro

José Antonio Carrizosa

Como una ola

SI hay algo que queda claro de la lectura del barómetro de opinión que hoy publica este periódico es que hay un ansia de cambio social como no se conocía en España desde las ya lejanísimas elecciones de 1982, que supusieron el hundimiento de UCD y la llegada triunfal al poder de los socialistas con los famosos diez millones de votos. Es algo que todos los estudios demoscópicos vienen apuntando desde que la crisis se instaló entre nosotros hace ya casi cuatro años y se vive de forma cada vez más evidente conforme se han ido acercando las convocatorias electorales.

Se vio como nunca antes en las municipales, se ha visto en la larga precampaña de las generales y se verá, inevitablemente, conforme se acerquen las autonómicas andaluzas de la próxima primavera. Vivimos en medio de un tsunami; una ola gigantesca formada por cinco millones de parados que han visto frustrada su vida, por el empobrecimiento general que supone, por ejemplo, que en Sevilla haya casi ochenta mil hogares sin ingresos, por la falta de perspectivas para los jóvenes, por el hundimiento del tejido empresarial sobre el que se sustentaba el progreso de los años anteriores a la debacle, por la falta de acción política ante la voracidad sin fin de los mercados, por el hundimiento de la idea de Europa, que en España siempre fue un logro social...

Una ola así no hay quien la pare y conduce a buscar una salida a cualquier precio. Y por ahora, en nuestro país, esa salida tiene puesta fecha para el 20 de noviembre. Por más que ni el Partido Popular ni Mariano Rajoy hayan sido capaces de despertar entusiasmos en capas amplísimas de la población ni, mucho menos, presentar un programa en el que se puedan adivinar recetas más allá de un catálogo de buenas intenciones. Pero el deterioro de las siglas del PSOE ha sido tanto y la torpeza e ineptitud de Zapatero tan palmarias que lo que se juega en estas elecciones es hasta qué punto se va a hundir Alfredo Pérez Rubalcaba. Las cosas han llegado a extremo tal que ya no vale lo de malo conocido. Cualquier cosa es mejor -esa y no otra es la lectura de la encuesta- que lo que ya hemos padecido durante los últimos años.

¿Y en Andalucía? Pues poco más o menos lo mismo, pero con algunos elementos que llaman la atención. Los andaluces son conscientes de que están peor que en el resto de España, que el paro aquí ha pasado todas las barreras admisibles y que los horizontes están cegados. Ello hace que se mire con profunda desconfianza a la administración que lleva más de tres décadas gobernando la región y que produce hastío. Pero sobre las características específicas de la ola andaluza habrá que volver porque es mucho más compleja.

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