Las palabras no mueren

En algunos sentidos Aquilino Duque puede resultar hoy tan incómodo para algunos como Luis Cernuda en 1963

20 de septiembre 2021 - 01:45

El 10 de noviembre de 1963 publicaba Joaquín Romero Murube Responso difícil por un poeta sevillano, una de las pocas necrológicas dedicadas a Cernuda en aquella España de la que se había exiliado en 1938. Desde su otro lujoso exilio sevillano del Alcázar el poeta sevillano, cada vez más desencantado de su ciudad -un año después publicaría Los cielos que perdimos y dos después el desgarrador Cesantes de la belleza-, evocaba al otro poeta sevillano abriendo la herida de todas las promesas rotas de la brillante Sevilla de los años 20 que Juan Ramón proclamó "capital lírica de España": "Hoy que la muerte te pone tan cercano, he ido a buscarte por todos los rincones del recuerdo". Escribió aquel artículo para evitarle a Sevilla la vergüenza de ignorar la muerte de "un poeta decisivo, hijo del aire de su ciudad, de su luz y de su hondura".

Ojalá no suceda lo mismo con Aquilino Duque, uno de los más grandes poetas sevillanos del siglo XX que, en muchos sentidos, puede resultar hoy tan incómodo para algunos como Luis Cernuda en 1963. Parece que no va a ser así. Al menos de momento. Muchos y buenos artículos se han escrito sobre él tras su fallecimiento. Es de justicia. Aquilino es un peso imprescindible en la balanza de la literatura sevillana con proyección nacional para equilibrar siquiera un poco los platillos de la primera y la segunda mitad del siglo. "No sé que están esperando para darle el Premio Cervantes o el Princesa de Asturias", escribió Antonio Burgos cuando Aquilino vivía. No se los dieron. A nosotros corresponde darle el de la preservación viva -editada y leída- de su obra.

Y si nadie lo hiciera, tienen sus palabras un seguro de larga vida: las hermandades a cuyas imágenes dedicó pocas, pero extraordinarias poesías a la altura de su talla de grandísimo poeta, solo comparables a las de Sierra y Montesinos. Nunca se olvidará en el Patrocinio "Tú sobre el río, prometiendo abrazos / que nunca habrás de dar porque no puedes, / porque un madero y unos clavos dicen / que nadie es libre de morir su propia muerte". Nunca se olvidará en la Macarena "La cruz del Sur será tu cruz de guía, / las nebulosas tejerán tu mando. / Vendrás a mí, gala del Viernes Santo, / Giralda en vilo, gloria, platería. / Lágrimas, no: alegría…". Si alguna vez Sevilla lo olvidara, estas hermandades harán por Aquilino lo que la Soledad de San Lorenzo hace por Romero Murube.

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