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RESULTA asaz gratificante, en estas mañanitas de enero, olvidarse de los efectos de la cuesta y pasear al calor de la lumbre solar por la abundante zona peatonal del centro de la ciudad. Temperatura fría, pero soportable; gente, la justa y más pendiente de los escaparates con sus reclamos y sus saldos, que son, por cierto, bastante más auténticos en lo primero que en lo segundo, que de gangas, más bien poquitas. Pero a lo que íbamos, que te adentras en la vorágine de la urdimbre peatonal y te dan ganas de hacer varias veces el circuito. Ya se sabe, Campana y de Campana a Plaza Nueva, bien por Sierpes o por O'Donnell, Velázquez y Tetuán; luego, si las condiciones físicas son las adecuadas, a tomar la Avenida y llegar a la Puerta Jerez en competencia leal con ese tranvía que, lo que son las cosas, hay veces que va lleno y todo, mira que si al final va a servir de algo el artilugio... Pero lo de las catenarias es infumable.
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