¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Empalagados de andalucismo
DICE Octavio Paz que "Estamos hechos de palabras. Ellas son nuestra única realidad o, al menos, el único testimonio de nuestra realidad. No hay pensamiento sin lenguaje, ni tampoco objeto de conocimiento (…) No podemos escapar del lenguaje". Desde esta convicción, hemos instado siempre, en nuestro trabajo profesional como inspectores de educación, a los maestros y profesores a mimar las palabras, a explorarlas a través de su historia, a buscar las combinaciones idóneas de los vocablos que permitan a los alumnos otorgar sentido al mundo, a sentir y valorar las palabras para que doten a nuestras vidas de una ética confortable. Enseñar palabras es enseñar comprensión del mundo y de nosotros mismos pero también poder para cambiarlo.
Recientemente afirmábamos en una entrada publicada en el blog El poder del lenguaje: "las aulas son territorios privilegiados para las palabras", por lo que los centros educativos deben tener como objetivo prioritario enseñar el uso del lenguaje, para comunicar y aprender a comunicarse, para comprender el mundo y comprenderse a sí mismo. Pero hoy, no podemos hablar sólo de un lenguaje, porque a la tradicionalmente denominada Lengua, es decir la que se hace con las palabras, debemos añadir otros lenguajes, omnipresentes en nuestras vidas, en los que se utilizan diferentes signos, símbolos e imágenes. Leer, hablar, escuchar y escribir bien; pero además aprender a interpretar una imagen, una obra de arte, realizar un análisis crítico de un anuncio publicitario, permitirán a un alumno comunicarse mejor consigo mismo y, por ende, con los demás. Ésta debe ser la finalidad fundamental de la enseñanza, especialmente en los niveles de la que viene denominándose básica y obligatoria.
Además, existen unas consecuencias que pueden considerarse meramente utilitaristas o pragmáticas, derivadas de que los niños y jóvenes desarrollen altas capacidades para comunicar y comunicarse, como puede comprobarse en las pruebas internacionales que vienen aplicándose en los últimos años, o en estudios sobre el estado del sistema educativo publicados recientemente. Tanto en unas como en otros, se prioriza el buen uso del lenguaje como factor determinante para un desarrollo académico satisfactorio. Por si eso fuera poco, cada vez con más preeminencia, la capacidad de comunicación es un factor clave para el acceso y el desarrollo profesional futuro. Es decir, no estamos hablando sólo de éxito académico sino también de equidad y éxito social que es aún más importante.
Más allá de lo dicho anteriormente, cuya importancia es evidente, no es lo único que debemos tener en cuenta en la escuela. A los ciudadanos de una sociedad, se les debe dotar del "poder del lenguaje". Deben estar capacitados para desenvolverse en la vida que les toque vivir, no existiendo mejor legado que enseñarles a usar los lenguajes para, entre otras cosas, defenderse de la posible manipulación de que pueden ser objeto. Principalmente, si tenemos en cuenta que aquellos que ejercen el poder, en sus diferentes versiones, son conocedores de que la comunicación les ofrece todas las posibilidades para conseguir lo que pretenden, en muchas ocasiones mediante usos perversos o incluso abyectos. No hay más que realizar un mínimo análisis lingüístico de los representantes de los partidos políticos o los medios de comunicación, para tomar conciencia de la importancia de lo que decimos. O bien, los valores subyacentes en determinados mensajes publicitarios contrarios, en muchos casos, a los se deben inculcar en una sociedad equilibrada y democrática.
El escritor y periodista Luis Bello, en esa joya literaria, publicada en 1926: Viaje por las escuelas de España, al referirse a los libros para lectura como "excelentes modelos para aprender la lengua y formar estilo", mencionaba "las cartas de comercio, que los chicos se procuran en sus casas, o el expediente de algún pleito de su familia, o que les presta el escribano". Hablando de lo esencial en educación, ya se postulaba como elemento clave en la escuela enseñar a comunicar y a comunicarse. Finalidad clave para el trabajo en las aulas que, con las actualizaciones derivadas de la evolución de los lenguajes y las tecnologías, debe prevalecer. Máxime, si tenemos en cuenta lo que decía la gran inspectora de educación, Isabel Álvarez: "la educación debe dotar a los alumnos del poder del lenguaje para defenderse del lenguaje del poder." Para ayudarles a obtener su auténtico carnet de ciudadanos libres y críticos.
También te puede interesar
Lo último