La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

La política del mal menor

Hay que ser ciegamente partidario de una opción para votar hoy creyendo que se elige un bien y no un mal menor

Lo primero, que avancen las vacunaciones haciendo retroceder la pandemia. Lo segundo, porque vivimos de lo que vivimos, que lo anterior nos permita volver a ser un parque temático turístico. Salud y trabajo. Después, todo lo demás. Desgraciadamente en estos días los ecos de la batalla electoral madrileña han hecho pasar lo que debería estar en primer plano a segundo, poniendo los intereses de los partidos por encima de los de los ciudadanos. "Cuando Inglaterra se resfría, el mundo estornuda", se decía antes de que perdiera el imperio. Después el resfriado que hacía estornudar al mundo era el estadounidense y ahora es el chino. Con Madrid sucede, en minúscula escala nacional, lo mismo. El resfriado de sus elecciones ha hecho estornudar a España. Pase lo que pase mañana el resfriado debería pasar y las cosas volver a su cauce, es decir, a dar prioridad a la salud y la economía. O lo que es lo mismo, a las vidas y el bienestar de los ciudadanos.

"Afortunadamente no tengo que votar en Madrid", me dice un amigo. Es un triste y provisional consuelo porque antes o después llegarán las generales y el fangal madrileño es un ensayo general de lo que estas serán. Incluso, dado que lo que estará en juego será el Gobierno de la nación y no solo de una comunidad, y que el grueso del reparto repetirá papel, solo cabe esperar lo mismo empeorado. Ya conocen la famosa frase de Churchill: "La democracia es la peor forma de gobierno, a excepción de todos los demás". Aplicarla a la situación política actual se puede interpretar como votar, no el mayor bien, sino el menor mal posible. Decida cada cual sea ese mal menor. No soy partidario de la abstención y, en situaciones como estas, tampoco del voto en blanco, opción legítima por supuesto, pero que elude la responsabilidad, siempre molesta, de elegir lo que se considere el mal menor. Aunque contradiga algunos de nuestros principios. Porque las otras opciones los contradicen aún más. Es la decisión que Indro Montanelli, con el característico pragmatismo cínico de los italianos, consagró con otra frase famosa: "Turiamoci il naso e votiamo DC" ("tapémonos la nariz y votemos DC").

Una opción poco estimulante, pero realista. Hay que ser ciegamente partidario de una opción -hasta el punto de lo que en otros tiempos se llamaba adhesión inquebrantable- para votar en estos tiempos creyendo que se elige un bien en vez de un mal menor.

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