Tribuna Económica

Joaquín / Aurioles

E l potencial de la economía

22 de enero 2015 - 01:00

EL FMI mejora su pronóstico de crecimiento para la economía española hasta el 2% en 2015, al tiempo que rebaja el del resto de la Eurozona y el del conjunto de la economía mundial. Para el año que viene, sin embargo, las perspectivas son algo menos optimistas. Se estima que hasta 2018 no se alcanzará un nivel de actividad similar al existente con anterioridad a la gran recesión y, según la Organización Internacional del Trabajo, la tasa de desempleo se mantendrá por encima del 20% durante toda la década. Por otro lado, tampoco se espera una etapa de relajación en las tensiones financieras del sector público, a pesar de la relajación en las exigencias de los socios comunitarios, lo que en definitiva viene a señalar que el país que encontrará el Gobierno que salga de las elecciones generales de finales de año no va a ser un bálsamo de estabilidad y abundancia, sino más bien una prolongación suavizada, pero también más exigente, de los principales problemas actuales. Será un periodo sin cabida para las terapias de choque, como hasta ahora, en el que, como ya advirtiera el pasado verano, habrá que abandonar la obsesión por la recuperación y comenzar a trabajar en la elevación del potencial de crecimiento de la economía, que es donde se encuentra el verdadero reto para la economía española.

Podríamos definir la producción potencial como la que se obtiene cuando se aprovechan al máximo los recursos sin provocar tensiones inflacionistas. Como es obvio, su magnitud depende de la cantidad de recursos existente, del entorno tecnológico y de la productividad de los factores. Cuando el crecimiento real es superior al potencial, se dice que la economía se recalienta, es decir que produce por encima de sus capacidades, mientras que una situación de crisis o recesión es justamente al revés. El problema de la producción potencial es que es un concepto difícil de calcular y no siempre se encuentran estimaciones recientes, pero es evidente que cuando el desempleo es elevado y la productividad reducida, la distancia entre las magnitudes reales y potenciales se amplía considerablemente. Desde la perspectiva de la economía española significa que mientras que la producción no se aproxime a su potencial no podrá hablarse de salida de la crisis, pese al retorno a tasas positivas de crecimiento y empleo neto y por muy favorables que sean las previsiones.

Como es lógico, las reformas estructurales ayudan a elevar la producción potencial en la medida en que afectan a la productividad, pero también pueden tener efectos perversos.

En el caso de la economía española, la mejora de su posición relativa en el cuadro de previsiones de la Eurozona se explica por las ganancias de competitividad que ha permitido la caída en precios y salarios, como consecuencia, entre otras cosas, de la reforma laboral. El problema es que la reducción en costes laborales unitarios está permitiendo a las empresas contratar incluso en condiciones de reducida productividad, lo que podría traducirse en un retraso significativo en el proceso de aproximación de la economía española a su potencial y, de paso, en el de reducción del desempleo.

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