La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La intimidad perdida de Sevilla
Hay que decirle a los peperos alborotados aquello con lo que el rey Juan Carlos calmó a Pujol la noche del 23-F: “Tranquilo, Jordi, tranquilo”. Unos creen puerilmente que han ganado y otros se ven de pronto prematuramente derrotados. Aquí de momento no ha vencido nadie. Sólo está claro que han perdido el propio PP... y la condición humana. Cuando Casado se levantó del escaño y se marchó sin darle la réplica a Pedro Sánchez, muy pocos, muy poquitos, se levantaron como resortes para arropar al líder defenestrado. Recuerdo la lección de un veterano del PP, Manuel García, cuando siendo hermano mayor de la Macarena hacía una serie de advertencias antes de que la Virgen de la Esperanza fuera trasladada del camarín al presbiterio para su anual y hermoso besamanos. Don Manuel, al que profesamos afecto, admiración y respeto desde hace treinta años, alertaba a los invitados de una ceremonia íntima de la prohibición de grabar ni hacer fotos. Pasaron los años y se dio cuenta del nuevo peligro, por lo que ampliaba la advertencia: “¡Ni tampoco quiero ningún tuiti!”.
Estos días veo cómo muchos peperos incurren en el más soberano de los ridículos con tuits de quita y pon, difundidos por efecto de la nerviosera, el consumo quizás de Mirinda más aliñada de la cuenta o el mero hecho de meterse en la bulla por no quedarse fuera. Qué cierto es que se conoce a la gente en las victorias casi más que en las derrotas. Algunos se retratan al tener la percepción de estar en el bando supuestamente ganador, pese a que quizás Feijóo tiene un modelo de PP muy distinto al que algunos se imaginan o, sencillamente, tardará tiempo en poner en práctica el que tiene porque el calendario electoral exigirá, de momento en Andalucía, pocos cambios bruscos. Mientras tanto, hay cargos medios del partido que han entrado en bucle, más alterados que los defensas antes de un córner, apretando el gatillo del WhatsApp de forma prematura y descontrolada y, por supuesto, no están centrados en lo debido. Tampoco extraña esto último porque algunos no trabajan ni en el ambiente más calmado. No es que se emborrachen en la primera taberna –que también– sino que todavía no han comprendido el funcionamiento elemental de la noria, esa estructura inventada por los romanos que sube... y baja.
Son más bien caballitos hieráticos de un tiovivo que el destino hace girar hasta que decide sustituir a unos corceles por otros. Cautela con los tuitis. Escrito está por Caro Romero. Se va un siglo y viene otro, pero Ella siempre se queda. Verdad, ¿don Manuel?
También te puede interesar
Lo último