La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La felicidad de fundar un colegio con éxito en Sevilla
De ratonera calificaba este periódico la situación del tráfico en el centro de Sevilla por la proliferación de obras simultáneas, que cortan calles durante meses y obligan a desvíos laberínticos. Se quedó corto. El centro se ha convertido en una trampa sin salida para los vecinos –los pocos que van quedando–, los que tienen que acudir a trabajar o tienen su negocio e incluso para los servicios públicos. El problema no son las obras. Una ciudad es un ente vivo y como tal debe estar en continua evolución y también en continua renovación. Otra cosa sería condenarla a la ruina a plazo fijo. Las obras son imprescindibles y conllevan una serie de molestias que hay que afrontar con alguna dosis de resignación. Pero la situación se agrava cuando esas molestias se multiplican hasta el infinito por la falta de planificación y por la inexistencia de una política en la que primen la lógica y los intereses de los ciudadanos.
Ahí es donde está fallando este Ayuntamiento. Conste que no es el primer gobierno municipal que llena Sevilla de obras que convierten la ciudad en un caos de agujeros y escombros en calles muy próximas unas de otras, que se podría haber evitado con una programación adecuada que contemplase desde los problemas de tráfico y estacionamiento que se crean hasta el daño económico que sufren los comercios y la forma de compensarlo. Alguna vez estuvo justificado poner a la ciudad en estado de obras como la calificó el alcalde Manuel del Valle, al que le costó el cargo preparar a Sevilla para la Expo del 92. Pero incluso cuando ya en este siglo Alfredo Sánchez Monteseirín levantó la Avenida de la Constitución, las cosas no alcanzaron el nivel del follón que muchos días se registra ahora en el centro.
Lo de las obras es un suma y sigue a la impresión, mala impresión, que está dando el alcalde, José Luis Sanz, y su equipo desde que hace ya más de un año asumieron el control municipal. A la falta de un modelo planificado que dibuje un horizonte claro para una de las principales aglomeraciones urbanas de España se unen las ocurrencias como la poner una taquilla en la Plaza de España u otras similares. Mientras tanto, los problemas de la ciudad siguen donde estaban y se vive una situación de estancamiento.
El problema de las obras del centro es un barómetro, no el único, pero sí uno muy significativo, de cómo se hacen las cosas en Sevilla. Se podrá argumentar desde la Plaza Nueva que todavía no se ha llegado ni a la mitad del mandado que los ciudadanos dieron a Sanz y su equipo. Pero ya ha pasado tiempo suficiente para que por lo menos de apreciaran direcciones claras de hacia dónde se quiere ir. La realidad es que todo lo que se ve es improvisación y falta de objetivos. No sólo el tráfico del centro es el que está atrapado en una ratonera. El alcalde también parece atrapado en la suya propia. A ver si sale pronto.
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