La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Lo dejamos ya para después de Navidad
El éxito en las últimas elecciones generales de Teruel Existe, y la enorme relevancia que su único representante alcanza hoy en el Congreso de los Diputados, está fomentando la aparición de numerosos movimientos similares. Aprovechando los defectos de un sistema electoral que permite a un candidato local, siempre que tenga suficiente implantación en su circunscripción, obtener escaño con un número relativamente pequeño de votos, proliferan por todo el país formaciones que persiguen dar voz -y voz decisiva- a las inquietudes de un sector del electorado, el de la España rural, tradicionalmente olvidado. Así ocurre en Soria (Soria ¡YA¡), Jaén (Levanta Jaén), Cuenca (Cuenca Ahora), Aragón (Aragón Existe), Segovia (Segovia Existe), Extremadura (Milana Bonita), Burgos (Burgos Enraíza) y León (León Ruge). Hay otros muchos, al menos 160, aunque no todos podrán o querrán concurrir a los comicios.
El fenómeno es de indudable importancia. Encuestas recientes llegan a otorgar a estas plataformas una horquilla de entre ocho y quince diputados, lo que, de concretarse, probablemente les entregaría las llaves de la gobernabilidad del Estado.
Con independencia de que su ubicación constitucional pertinente estaría en el Senado, como Cámara de representación territorial, y no en el Congreso, el mecanismo no deja de ser impecablemente legítimo. La Cámara Alta es hoy una institución política casi irrelevante, inútil por supuesto para defender las reivindicaciones que presentan estos grupos apegados a territorios lastimosamente abandonados. Por otra parte, no hace sino aprovechar la misma brecha normativa ya explotada por otros -los nacionalistas vascos y catalanes, por ejemplo-, que llevan décadas anteponiendo sus asuntos del terruño al bien común general. Nada, pues, que deba ahora escandalizar.
Asusta a los dos grandes partidos de ámbito estatal que aparezcan, con fuerza acaso determinante, nuevos actores en el escenario político. Esa fragmentación regionalista demandaría, desde luego, equilibrios diferentes, no fácilmente estructurables. Tampoco es que aquéllos carezcan de responsabilidad: no supieron detener ese goteo de desigualdad, esa despoblación humana, económica e industrial que sufre una parte importante de la nación. Ellos, los ignorados, no aguantan más. La rebelión de la España vaciada está en marcha y, de triunfar, colocará en primer plano el vergonzoso despropósito de sus muchas y graves carencias.
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