Carlos / Colón

A las ruinas de Santa Clara

La ciudad y los días

12 de marzo 2016 - 01:00

ÉSTOS, Rafael, ¡ay dolor!, que me muestras en las fotos hechas con tu móvil, ahora campos de soledad con desconchones y hierbajos, mustio collado lleno de basuras, fueron un tiempo el compás e iglesia de Santa Clara. Aquí de Fernando el convento fundación fue; pronto por tierra derribado yacerán los devotos muros de la esplendorosa iglesia, y lastimosa reliquia es solamente de sus invisibles monjas.

Sólo quedan memorias funerales donde erraron ya sombras de alto y santo ejemplo: este vertedero fue compás, allí fue templo; de todo apenas quedan las señales. De las celdas y los jardines regalados leves vuelan cenizas desdichadas; la espadaña y la torre que desprecio al aire fueron, a su gran pesadumbre se rindieron. Este despedazado convento, piadosa honra de Dios, cuya afrenta publica el amarillo jaramago, ya reducido a pomposo Centro Cultural, ¡oh fábula del tiempo, representa cuánta fue su grandeza y es su estrago! ¿Cómo en el bello espacio de su iglesia voces de monjas no suenan? ¿Dónde, pues altares hay, está el oficiante? Todo desapareció, cambió la suerte; más aun el tiempo da en estos despojos hermosos espectáculos a los ojos, y miran tan confusos lo presente, que voces de dolor el alma siente.

Aquí acabó la efigie de aquel rayo de la tiranía, gran traidor de la patria, deshonra de España, impío, infelice, absolutista Fernando VII, ante quien muda se quedó la Constitución que las Españas alumbró con el sol liberal, la Pepa de la que fue cuna la ciudad que baña el mar gaditano. Aquí de Maese Rodrigo la portada de su antiguo colegio está. Aquí la torre para el turbio amor de Juana y de Fadrique fabricada ¡ay!, yace de lagartos vil morada; casas, jardines, madres superioras murieron, y aun las piedras que de ellos se escribieron.

Rafael, si tú no lloras, pon atenta la vista en luengas calles sevillanas destruidas; mira palacios, teatros y conventos destrozados; recuerda soberbias obras que violenta Némesis derribó. Así a todo el barrio figuro, así a su antiguo caserío, y a ti, Sevilla, a quien queda el nombre apenas, ¡oh patria de los poetas y los pintores! A ti, a quien no protegieron justas leyes del Patrimonio, fábrica de grandes hombres, sabia Híspalis, emulación ayer de las edades, hoy cenizas. Mas ¿para qué la mente se derrama en buscar al dolor nuevo argumento? Compartamos con la plebe su contento, olvidemos Santa Clara, y consideremos las setas monumento.

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