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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Los silencios perdidos de Sevilla

Es lícito echar de menos el silencio perdido entre tantos ruidos insidiosos, tanto acústicos como visuales

Refiriéndose a su gran película Cold War, ambientada sobre todo en la Polonia de entre 1949 y 1964 recreada en un puro blanco y negro, el director Pawlikowski ha dicho: "Sólo podía contar una historia así en los años 50 y 60, en plena guerra fría. Cuando no había el ruido de móviles ni invasión tecnológica constante, lejos de ese ruido insidioso que está por todos lados. No echo de menos el estalinismo ni mucho menos. Pero estoy convencido que, desde entonces, hemos perdido algo muy importante: el silencio". Y uno, que con frecuencia barre para casa, pensó en Sevilla. Porque ese "ruido insidioso que está por todos lados" también está aquí.

El ruido no es sólo un sonido inarticulado, desagradable y fuerte o cualquier sonido -aunque sea música- que moleste por su inoportunidad o volumen. También se llama ruido a toda señal no deseada que interfiera o distorsione el mensaje en un proceso de comunicación, dificultándolo o impidiéndolo. En nuestra vida cotidiana abundan los dos. No sé en otras ciudades, pero aquí se produce el curioso fenómeno de que las calles son más ruidosas tras su total o parcial peatonalización. En muchas el ruido del tráfico, que por lo menos solía cesar por las noches, era menos agresivo que el producido por la suma de bares, turistas y cervezonas o botellonas de nativos. Un amigo que trabaja en la Avenida de la Constitución ha tenido que poner doble acristalamiento no pudiendo soportar el ruido turístico. Mateos Gago semipeatonalizada es más ruidosa que antes. Los coches, con sus ruidos y humos, eran menos molestos que la bulla y la peste a fritanga.

Ruido también alude a lo visual, además de a lo auditivo: todo elemento que sea desagradable a la vista o que con su presencia distorsione la visión del paisaje y de los espacios urbanos. El historiador y crítico de la arquitectura William Curtis ha escrito páginas memorables sobre el ruido visual de ciertas arquitecturas tenidas por modernas a las que él llama un tecno-kitsch propio de la cultura del espectáculo y el derroche institucional (casi aquí de las puñeteras setas). Estos ruidos le sobran a Sevilla aún más que de los otros. Tan tonto es creer que todo tiempo pasado fue mejor como que todo tiempo presente es necesariamente mejor. Ni Pawlikowski ni yo echamos de menos el estalinismo y el franquismo de los años 50 y 60. Pero sí los silencios perdidos entre tantos ruidos insidiosos.

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