ACABA la primera vuelta de la Liga con el Barcelona a lo suyo, dejando rivales en la cuneta para que el postor que ose con arrebatarle el cetro sea capaz de llegar, o rozar, los 100 puntos. No lo digo yo, lo dice la clasificación. 50 puntos al término de la primera vuelta supondrían la centena a la conclusión del campeonato. El Madrid lo sabe y ahí está, a tres puntitos, siguiéndolo muy de cerca y con esa visita de los azulgrana al Bernabéu aún pendiente.

Hasta ahí nada raro. Pero aires revolucionarios soplan desde el Manzanares. El Atlético, el modelo perfecto de cómo exprimir el rendimiento, de cómo jugar al mismísimo límite del reglamento o superarlo bajo la pasividad arbitral, ha acabado con los mismos 50 puntos del Barça. El partido del sábado fue un tostón, pero Simeone acabó satisfecho: el campeón respeta aún más a su perseguidor. Y encima, el personal, atlético o no, postrado ante el rebelde que discute el orden establecido.

Simeone cuenta con una tropa enardecida que saldrá de las trincheras a jugarse la vida a poco que el comandante dé la orden. También cuenta con la impagable ventaja de que, mientras el Barcelona esté en la pomada, los acorazados mediáticos de la capital van a proseguir con su labor de zapa hacia el coloso azulgrana. Y más aún si el Madrid no se descuelga: ese intercambio de golpes entre los dos capos del fútbol español sólo puede beneficiar al advenedizo, al que ha osado colarse en la fiesta.

Y otro flujo de energía que soplará a favor del Atlético mana de la mismísima LFP, la primera interesada en que los rojiblancos sostengan el pulso hasta mayo para usar su ejemplo como arma arrojadiza contra quienes claman contra un reparto más justo de los dineros. Todas las corrientes de energía impulsan al prodigioso equipo del Cholo. Pero insisto: no es sano que tres devoren casi todos los puntos y mientras, los seis últimos de la tabla a un ritmo que no les daría ni para sumar 40 puntos.