¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Los soportales de Pepe Bécquer

¿No se podrían recuperar en la ciudad estos elementos tan característicos del urbanismo hispano? Las palmeras perdidas de República Argentina

Detalle de 'El zapatero en el Portal', de José Domínguez Bécquer.

Detalle de 'El zapatero en el Portal', de José Domínguez Bécquer. / DS

SUS amigos le llamaban Pepe Bécquer, aunque su nombre artístico era José Domínguez Bécquer y el de pila José Domínguez Insausti. Lo del Bécquer, que delata un punto esnob, no es más que una manera de dar lustre a los apellidos acudiendo a unos antepasados de la mediana nobleza flamenca con capilla funeraria en la Catedral de Sevilla. Pepe Bécquer (me disculpan la familiaridad) fue uno de esos pintores románticos sevillanos que inauguraron la industria del souvenir para los turistas postnapoleónicos. Pintaba cuadros pequeños y baratos con escenas costumbristas que los viajeros compraban como churros. Los hogares europeos aún deben estar plagados de ellos. Murió muy joven y dejó huérfano a Gustavo Adolfo, llamado a ser uno de los grandes escritores de nuestra lengua. Si hoy lo menciono es porque me he tropezado con él paseando por el libro Pintura romántica sevillana, de Enrique Valdivieso y José Fernández López, una auténtica joya editada en 2011 por la Fundación Sevillana.

Quizás me equivoque, pero hay un momento en este texto al alimón en el que reconozco claramente la voz de don Enrique: “La aparición de soportales en estos dos cuadros costumbristas es un claro testimonio de la arquitectura porticada que se extendía por todo el casco antiguo de Sevilla y que fue derribada en nombre del progreso, por lo que en nuestros días son muy escasos los elementos arquitectónicos de este tipo que han sobrevivido”. Se refieren los autores a los cuadros de Pepe Bécquer El escribano en el portal y El zapatero en el portal, ambientados en la ya entonces turistificada calle Alemanes, una de las pocas vías con soportales que ha sobrevivido, aunque mutilada, a ese rodillo llamado progreso que no es más que avaricia y especulación.

En alguna otra ocasión hemos hablado de los escasos restos de los viejos soportales que aún quedan en Sevilla: la plaza del Salvador, Los Terceros, la misma Alemanes y poco más. Ver, por ejemplo, una foto antigua de la plaza de San Francisco es caer en la cuenta de hasta donde llegó la destrucción de estos pasadizos de sombra. La arquitectura moderna, si exceptuamos algunas avenidas como República Argentina y Reina Mercedes, los ha obviado (y lo sigue haciendo), generando unas calles duras sin refugio ante las inclemencias del tiempo, tanto por el calor como por la lluvia. Sin embargo, mire los cuadros de Pepe Bécquer, lo frescos que están el zapatero y el escribano en sus soportales de Alemanes. ¿No se podrían recuperar masivamente en la ciudad estos elementos tan característicos del urbanismo hispano? Es un buen reto para los arquitectos jóvenes. Frente a la plaza dura, el soportal. Buen lema electoral.

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