Opinión | Pisando área
Jesús Alba
El Olimpo es más Olimpo con Iniesta y Nadal
DE los varios nombres que tuvo el viejo camino que se transformó en la Avenida de la República Argentina, mi preferido es el de Polvorita, probablemente vinculado a esos molinos de pólvora que se ubicaron en Triana para abastecer a las flotas de Indias. Unos presumen de una infancia en un pueblo hondo, otros de los placeres de la niñez en alegres barrios trabajadores o pintorescas collaciones históricas del centro, pero yo he de resignarme a una crianza en una avenida burguesa, con sus señoras con abrigos de visón, sus bares con limpiabotas, su aparcamiento en segunda fila y su ajetreo de oficinistas y junteros. Ahora estoy viendo una foto aérea antigua de esta avenida que a punto estuvo de llamarse General Perón y que, con sus muchas deficiencias, es de las pocas en la ciudad que guarda una cierta vocación metropolitana. La imagen debe ser antigua, porque aún no están construidos ni el colegio de los Maristas ni el edificio Buenos Aires, y la Torre de los Remedios es una estructura descarnada, sin acabar. Y uno recuerda la gran colonia de vencejos que, llegada la primavera, anidaba en aquel cadáver del desarrollismo (la más grande de Europa, decíamos con orgullo); una gran nube de puntos negros que, al atardecer, se movían frenéticos y piaban como condenados. La cara oscura de tal espectáculo era el guano que terminaba moteando los coches de color blanco y crema que estacionaban en la avenida que conduce a la antigua dehesa de los Gordales.
La foto no nos mueve a la nostalgia. Es muy difícil sentir nostalgia por una avenida. Esas cosas son para los barrios con trovadores. Y los Remedios no los tiene. Eso que se ahorra. Pero hay algo que me produce una picazón: la constatación de la desaparición de las muchas y altas palmeras que se alineaban en su acerado y que le daban a la avenida un cierto tono de Miami. Quizás, en vez de a la República Argentina, esta vía principal podría haber homenajeado a La Florida. Porque, además, algo de “gusanera” derechista siempre tuvo esta calle de animados soportales donde corría el red label.
El desprecio con que tradicionalmente han tratado los ayuntamientos al barrio de Los Remedios (tanto del PP, por complejo; como del PSOE, por convicción) y las obras del metro consiguieron ir exterminando este oasis lineal que daba entrada a Sevilla desde el Aljarafe, y ya apenas quedan algunas palmeras que, heroicas y orgullosas, proclaman su condición de vecinas antiguas entre tanto advenedizo y recién llegado. Son, como las encinas que Aizpuru plantó en Plaza de Cuba (alguna también exterminada con saña), el recuerdo de un barrio posible que nunca fue. Como tantas cosas en Sevilla.
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