La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La felicidad de fundar un colegio con éxito en Sevilla
Al turismo le sucede como a la inmigración. Los debates sobre su futuro están condicionados por una demagogia, un simplismo y un populismo que impiden discernir la realidad, y no acuerdan medidas razonables con serena cautela. La polémica por la tasa turística es el mejor ejemplo. Se sabe por la experiencia de otras ciudades, como Venecia, que aportan más ingresos para atender los gastos derivados de las avalanchas turísticas. Y también que no reducen la llegada de visitantes. Y, por supuesto, no disminuyen el turismo de calidad. Pues unos señores y unas señoras que pagan 200 euros al día (o más) por una habitación de hotel no dejarán de venir porque les cobres una limosnita de cuatro o cinco euritos para los ayuntamientos.
La postura de los hoteleros también es demagógica. Puesto que no se debería criticar la tasa turística mientras ellos subieron los precios de las habitaciones por encima del IPC en 2023. Podrían predicar con el ejemplo y contener la subida de precios. En el turismo extranjero no se nota, incluso crece, pero sí está afectando al turismo nacional en algunas ciudades andaluzas, sobre todo en la costa, donde este año muchas familias han acudido menos días a las playas por los altos precios. Especular por una parte, y pedir menos impuestos por otra, forma parte del capitalismo, pero se debe tener un sentido de la medida. En Sevilla, están subiendo los precios, las aperturas de hoteles y la duración de las estancias. Es una maravilla.
El presidente Moreno y el consejero Bernal parecen desbordados en este asunto. Mientras, el alcalde Sanz va tanteando. Este tipo de medidas tiene su polémica garantizada, pero no suele durar más de dos semanas. Y después se asumirá como algo inexorable. Se pagará la tasa turística, y si te he visto no me acuerdo, pues la cuestión será viajar o no viajar.
Por el contrario, los hoteleros tienen razón en que las viviendas turísticas les hacen una competencia desleal, en la que pierden clientes. Si hubiera más hoteles baratos, quizá no irían a pisos. Pero bajar los precios es difícil con esa competencia ilícita. Y, además, el turismo de los pisos no es de calidad, abundan las despedidas de solteras y solteros cutres, y no aporta lo mismo. ¿Todos van a pagar tasas?
El turismo de EEUU es el más apreciado para los hoteles, a pesar de no existir vuelos directos. Mientras que muchos españoles se creen que todo el año van viajar con los precios del Imserso. Así surge un desequilibrio. Pero la tasa no es el problema. Ayudaría al Ayuntamiento de Sevilla, que al parecer gasta mucho dinero en cortar el tráfico para las procesiones, y algo menos en vigilar las manifestaciones.
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