Ayer entraba el verano de forma oficial y un amigo se preguntaba: "Entonces, ¿lo de la semana pasada no era verano?". Y ahora que ha entrado la estación estival, y en esta maravillosa tregua que han concedido los mercurios bajando lo que han bajado, nos preguntamos que cómo viviendo donde vivimos somos capaces de extrañarnos ante estas desmesuras térmicas. Lo que pasó la semana pasada, con los pájaros cayéndose a plomo en el asfalto, es como ha sido el verano de toda la vida, pero hoy con el maravilloso invento del hitachi funcionando a destajo. Cuando el aire acondicionado no se le había ocurrido al señor Carrier, el verano de Sevilla era una odisea que se combatía como buenamente Dios nos daba a entender. Una salida era echar la tarde en la sesión continua del Lloréns o del Palacio Central y rezar cuanto se sabía para darle cara a unas noches infernales.