¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

El triángulo de la Florida

Este cartabón urbano es un ejemplo de esa Sevilla que nunca cesa de construirse y destruirse a sí misma

El cartabón formado por las calles La Florida, Luis Montoto y Menéndez Pelayo es una de las geografías más enigmáticas de la ciudad. Tanto que podríamos denominarlo el Triángulo de las Bermudas sevillano, en recuerdo de aquel mar mítico para los ufólogos de los 70 y 80, cuando todavía las paraciencias tenían un cierto prestigio intelectual mantenido por tipos de camisas floreadas y medallones mayas. ¿Qué programa de la vieja TVE no hubiese realizado el inolvidable doctor Jiménez del Oso con este solar hispalense en el que confluyen arqueologías, toponimias y naufragios de capitales? Si en el Triángulo de las Bermudas desaparecían sin dejar rastro barcos y aviones, en este trígono urbano, ubicado frente a la Puerta de Carmona, se han averiado no pocos proyectos e inversiones (entre ellas las de un laureado entrenador del Sevilla F. C.) desde que hace más de quince años saliese el último inquilino de renta antigua para acometer las obras de unos pisos de postín. Entonces nadie sabía nada sobre unos tipos listos de EEUU que estaban vendiendo rimbombantes paquetes de mierda hipotecaria a fondos de inversión de medio mundo. Después vino lo que todos sabemos, el crac de 2008. De los pisos de la Florida sólo quedó un cascarón vacío a la espera de mejores tiempos.

Por lo que se ve, esos mejores tiempos han llegado, paradójicamente en plena pandemia, y el proyecto inmobiliario podrá al fin remontar el vuelo. Como consuelo ante tanto atraso nos queda la amplia información arqueológica surgida de las excavaciones en un solar que es la prueba irrefutable de que toda ciudad es un palimpsesto. Mirando antiguos mapas allí se rastrea la antigua huerta de Espantaperros, nombre inquietantemente vinculado a la cercana Puerta de la Carne y el matadero; la Quinta Florida y sus baños de aguas azoadas, o las transformaciones urbanísticas que trajeron consigo la llegada del ferrocarril, el derribo de las murallas y el nacimiento de las rondas. Pero mucho antes de todas estas modernidades a lo parisién, los romanos construyeron en este suelo unas instalaciones portuarias secundarias vinculadas al muelle principal (en la Puerta de Jerez) por unas barcazas de poca panza que remontaban el arroyo Tagarete. También por allí, dicen, entró Julio César a la ciudad, aprovechando la Vía Heráclea, de la que se conservan aún 40 metros que la nueva construcción respetará. Los almohades, por su parte, levantaron el desaparecido arrabal de Benialofar, que seguiría poblado hasta el siglo XV y terminaría convertido en un muladar hasta que la naturaleza de extramuros se lo tragó.

El triángulo de la Florida es una porción de esta Sevilla que no cesa de construirse y destruirse a sí misma, tan rica en historias como en horrores urbanísticos. El nuevo proyecto es sólo un hito más. Las personas y las construcciones pasan, las coordenadas permanecen.

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