Rafael / Padilla

De viernes a domingo

Postdata

14 de junio 2015 - 01:00

GASTAMOS miles de millones de euros en sanidad, estamos todos de acuerdo en que se trata de un asunto absolutamente prioritario, consideramos la atención universal como un logro excelso de la igualdad en las sociedades avanzadas y, junto a todo esto, mostramos una paradójica resignación frente al llamado efecto fin de semana. En esencia, consiste éste en el hecho probado de que, en todas las categorías diagnósticas, aumenta notablemente la mortalidad cuando el paciente acude al hospital entre la tarde del viernes y la noche del domingo.

No se trata, por otra parte, de una disfunción que se produzca específicamente en España: en la práctica totalidad de países, tan simpática lotería aparece con perfiles semejantes y aporta datos similares. Cito un ejemplo que me exime de reseñar el fárrago completo de estudios consultables: la Universidad norteamericana de Tufts, tras analizar 40 millones de altas, concluye que existe, de media, un 10% más de mortalidad cuando el enfermo ingresa de viernes a domingo que cuando lo hace de lunes a viernes.

Raquel Barba, jefa de Medicina Interna del Hospital Universitario Rey Juan Carlos, nos explica bien las causas: "La cantidad de gente que hay trabajando en fines de semana es menor… De lunes a viernes hay todo tipo de especialistas, mientras que sábado y domingo suele estar solamente el médico de guardia… El médico que maneja una determinada patología a lo mejor es un residente que sabe menos… No tienes la misma disponibilidad de pruebas…". Razones todas bastantes simples y comprensibles, pero que en modo alguno sosiegan al hipotético usuario.

Ya sé que tener un hospital a pleno funcionamiento los 365 días del año es inviable. También acepto que resulta imposible aumentar la carga horaria de los médicos. No, en cambio, que, frente al problema, no se diseñen protocolos más eficaces, que no se establezcan redes coordinadas de atención capaces de minimizar los riesgos.

No deja de ser una soberana tontería que, al final, la bondad del sistema acabe dependiendo del momento exacto en el que te atrape el arrechucho. Como si el cuerpo conociera de calendarios y hábitos funcionariales. Dice la doctora Barba que tenemos que huir del alarmismo. Aunque, si les digo la verdad, ante tan mansa y prolongada inoperancia, no termina de tranquilizarme esa maldita costumbre que tiene la parca de presentarse súbitamente, sin una planificadora y civilizada cita previa.

stats