RECURRENTEMENTE aparece en la vida del Betis esa especie de Aleluya de Cantinflas que unos cantan en un tono y en otro muy diferente el resto. Ya hacía tiempo que Pepe Mel no dejaba a los pies de los caballos a Vlada Stosic y la verdad es que se iba echando de menos una división de pareceres más. Roque Santa Cruz a escena, un futbolista que fue buenísimo pero que en la actualidad no parece merecedor de crear un cisma en el club. Dice Stosic que su discurso cambió poco antes del cierre y salta como un resorte Mel para refutar lo que dice el secretario técnico abundando en que él sabía que no vendría quince días antes.

Y pasa que si ya de por sí la clientela anda echándole al serbio la culpa de cuanto malo ocurre en el Betis, la indignación se ha disparado con la denuncia del entrenador. Como periodista no veo decente abogar por que los trapos sucios se laven en el lavadero más recóndito de la casa, pero considero nocivo para la buena marcha del negocio que se dinamite desde dentro con contradicciones que llevan a la estupefacción primero y a la indignación después a la clientela. Y ya no caben los consejos, que cada uno es cada uno y todos lo suficientemete mayorcitos como para saber qué es lo que conviene y qué es cómo ponerle palos a las ruedas del convoy común.

Es una situación que no tiene arreglo la de la poca coincidencia en las opiniones de Stosic y de Mel. Al menos, un servidor no le ve salida y lo peor de todo es que quien más daño sufre es el club, ese milagro llamado Real Betis Balompié que tan peligrosamente fue superando los peldaños de sus ciento cinco años de vida. Esa disociación de ideas da la impresión de que durará mientras ambos personajes sigan en el puente de mando. Ahora ha sido por Santa Cruz y lo cierto es que el tema es dañino por la sensibilidad existente en el bético tras las promesas incumplidas del paraguayo. Pero ni Mel ni Stosic pierden con esta marejada, que el Betis es el principal damnificado.