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Al señor Eduardo Jordá le parece el uso de la mascarilla un signo de docilidad, según escribe en su artículo titulado así, "Docilidad", publicado en su periódico el 23 de octubre. Soy uno de esos "dóciles" a los que se refiere. Como he decidido seguir usando la mascarilla sin ser inmunodeprimido ni padecer ninguna afección y a pesar de haber recibido puntualmente en su día mis dos dosis de Pfizer, soy un tipo "dócil", alguien que, según el articulista, se deja manejar, perteneciente a esa clase de gente que tanto satisface y gusta al Gobierno. Puede hacer conmigo lo que quiera. El Gobierno de España, socialista -socialcomunista y hasta frentepopulista para algunos, al que el señor Jordá gusta de atizar-, y también el de Andalucía -de derechas y apoyado por la extrema derecha, al que el señor Jordá ya no atiza tanto, por no decir nada-. En su artículo opta por hablar de docilidad, pero tras leerlo me parece que se ha reprimido, creo que le habría gustado hablar de sumisión. Escribe que se cruzó con alguien que llevaba la mascarilla puesta en un parque, sin nadie a cien metros a la redonda. Y esa imagen, por lo visto, le inspiró, y desde su papel de intelectual se dedica a advertirle a la masa que si el poder nos controla con la mascarilla y que si nos tiene atemorizados y que si no rechistamos... Qué manía tienen algunos por atribuírselo todo -todo lo malo y lo negativo, claro- al Gobierno. Manía que dudo que tuvieran si en la Moncloa estuviera un tal Casado, o un tal Abascal (¡Dios y los votos nos libren!), y no el tal Sánchez. ¿Por qué antes de escribir no le preguntó antes a esa persona por qué llevaba la mascarilla? Igual hubiera recibido esta respuesta nada dócil: "Porque me da la gana". Pero entonces quizá no habría tenido su artículo sobre la docilidad.

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