Beatriz Melguizo

El silencio para el Señor

Ví pasar al Señor por la Plaza del Duque. Una multitud de personas esperábamos su llegada. Había gente de diferente condición social y edad y hacía una temperatura muy agradable. Observé el respeto de unos hacia otros, algo que normalmente en Semana Santa echo en falta. A mí, en concreto, se me pusieron delante, después del rato que estaba esperando, tres personas y, en circunstancias normales, me hubiera quejado pero no lo hice. No eran circunstancias normales, era un regalo para Sevilla el paso del Señor del Gran Poder. 

No pertenezco a ninguna hermandad, pero desde mi atalaya de observadora y que vivo la fe, sentí que algo nuevo estaba pasando. ¡Y cómo lo note…! Se hizo el silencio mientras llegaba el Señor. Un silencio impoluto que me sobrecogió de repente. No era el silencio al que estamos acostumbrados a sentir en Semana Santa cuando pasan determinadas cofradías, sino un silencio especial. Al menos así lo sentí yo.

Ese silencio en el que miras y sientes. Sientes y miras. Esas miradas de fe, de petición y de agradecimiento que dicen más que cualquier palabra pronunciada. Un tiempo para Dios en el que Él te habla. Y tú le respondes. Y entiendes por qué se producen determinadas situaciones. Ese silencio lo provocó Él. Andamos siempre corriendo, estresados por todo y con todo. En la sociedad contemporánea vivimos así. Pero Él nos interpela. Nos deja, al menos por unos instantes, callados. Y nos habla a cada uno. Se paraliza el mundo para cada uno de nosotros momentáneamente. Y entendemos todo. Y todo vuelve a encajar en nuestra vida.

Gracias, Señor.

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