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Tribuna

fernando castillo

Escritor

Ciudadanos enchufados

Ciudadanos enchufados Ciudadanos enchufados

Ciudadanos enchufados / rosell

Es de todos sabido que en una democracia parlamentaria los partidos son un elemento esencial del sistema político, pero lo es menos que son también las instituciones de las que suelen salir las ideas, algo que a veces es mucho decir, y los hombres que deben inspirar, dirigir y gestionar los asuntos públicos en caso de llegar al gobierno. En este sentido cabría considerar a los partidos no solo como los medios que encuadran la participación del ciudadano en política sino también como el entorno donde el dirigente, el futuro cargo público, muestra sus capacidades y sus conocimientos, al tiempo que adquiere experiencia con la práctica. Es decir, serían como el centro que imparte un máster de formación para las futuras y supuestas exigencias gubernamentales. Dicho esto, no es descabellado suponer que en el éxito de un partido y en su fracaso tengan mucho que ver sus dirigentes y la gestión realizada en la actividad política cotidiana.

Si aplicamos lo anterior a la actividad y resultados de Ciudadanos en los últimos tiempos, se puede concluir que su líder Albert Rivera es un modelo acabado de gestión desafortunada por los resultados obtenidos en las elecciones y en su actividad política. Sus campañas electorales, excesivas y sobreactuadas, y las sonrojantes declaraciones con ocasión de su ¿despedida? de la política, apuntan a un déficit de formación y de capacidades y a un exceso de autoestima contraproducente. No es de extrañar la deriva de Ciudadanos si añadimos la errática actuación de Inés Arrimadas, quien tras ser el candidato más votado en la elecciones catalanas de 2017, abandonó contra todo pronóstico el parlamento catalán para hacer política en Madrid. Nada bueno cabía augurar a su partido tras esa espantada y así ha sido. Dados los resultados electorales de Ciudadanos y la reacción de muchos de sus dirigentes, no parece que esta formación política sea una cantera adecuada para la formación de políticos capaces, aunque haya excepciones.

Lo que cuesta entender desde la perspectiva de los recursos humanos y de la eficacia es el interés del Partido Popular por fichar a dirigentes de Ciudadanos que no solo no han mostrado ni capacidad ni expediente político dignos de ser solicitados, sino que han traído con su actuación los lodos en los que se encuentra el partido. Parece que esta labor de reclutamiento es una decisión del secretario de organización del PP, Teodoro García Egea, quien se ha embarcado en una alegre campaña urbi et orbe para procurar el fichaje de cuantos más dirigentes de Ciudadanos sea posible, como si se los arrebatase a otros pretendientes inexistentes. Todo sin considerar el currículo y las cualidades del aspirante ni responder a las cuestiones más obvias: qué aportan y qué coste supone estas incorporaciones. Algo no debe estar claro en el PP pues no es iniciativa compartida de manera unánime. Ya Isabel Díaz Ayuso, o si se quiere Miguel Ángel Rodríguez, mostraron en Madrid un escaso entusiasmo por incluir en las listas a Toni Cantó, experto en actuaciones tan poco convincentes e inelegantes como esas impagables declaraciones en las que aseguraba que dejaba la política y volvía al teatro cuando ya llevaba semanas cerrado su ingreso en el PP. Es Cantó un personaje que además de dicción teatral y dialéctica de tertuliano, ofrece una amplia experiencia en varios partidos, de los que ha saltado cuando hacen agua, que no entendemos que puede aportar al PP madrileño, ni que cualidades le distinguen para desplazar a militantes veteranos y de dedicación entregada. Se sabe, eso sí, el rubor que produce una conducta publica que desprecia las formas y el pudor y que revela un fondo en el que el compromiso no aparece. Curiosamente, la recompensa a tanto ridículo ha sido un cargo sonrojante.

Ahora le toca el turno a Francisco Hervías, que fuera secretario de Organización de aquel Ciudadanos que creó expectativas. Un partido que ha pasado a incomodarle, a apretarle por las costuras, por lo que se ha apresurado a abandonarlo y, a invitación de su padrino TGE, ingresar en un PP que se diría practica generosamente la hospitalidad selectiva. Y es que si Hervías no llega como militante de base, como alumno atento para aprender cómo se ganan elecciones y como se gobierna, aunque sea con Vox, no entendemos que puede aportar su incorporación a un sólido PP andaluz. Incluso los que estamos fuera de la política hemos oído hablar de su talante de organizador, como también sabemos de su responsabilidad, compartida, eso sí, en el hundimiento de Ciudadanos, algo que el PP sevillano parece no recordar y que a García Egea parece no importarle. Alguien debería decir a los responsables del Partido Popular que esta entusiasta acogida de dirigentes de Ciudadanos revela, más que fidelidad al proyecto popular, un oportunismo sonrojante de los aspirantes enchufados, se haga desde el desparpajo ordinario y televisivo o desde la oscuridad más secreta que discreta, que deja en evidencia a quien da y a quien recibe. En fin, estaremos atentos a los próximos meses, pues si García Egea culmina su fichaje estrella -Albert Rivera-, el PP peligra. Debería saber que no todo el mundo es Andreotti o Talleyrand.

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