Tribuna

Manuel gregorio gonzález

Escritor

Iceta y el Prado

¿No resulta paradójico que la más alta institución cultural de España quisiera ser desguazada por un ministro de Cultura? ¿Es esto lo que el Gobierno entiende por progreso?

Iceta y el Prado Iceta y el Prado

Iceta y el Prado / rosell

Don Miquel Iceta se declaraba, recientemente, partidario de un vago "federalismo cultural", que a su juicio implicaba el prorrateo de los museos nacionales, así como el viaje del Guernica al País Vasco. Luego el ministro matizó sus declaraciones, de modo que la ofensiva ha quedado, temporalmente, apartada. Aun así, quizá convenga hacer algunas precisiones, empezando por el pintoresco traslado del Guernica, que acaso obedezca al reiterado fin de victimizar al noble pueblo vasco frente a la secular barbarie españolista. Debe recordarse, pues, que el bombardeo de la villa de Guernica fue obra de la Luftwaffe de Göring; esto es, de aquel nacionalismo alemán, tan admirado por el PNV de entonces, por su resuelto carácter racista; un racismo expresado en muy similares términos por don Sabino Arana, y parejo al numeroso y florido racismo catalán, más próximo al fascio italiano. Otra precisión de importancia es que Pablo Picasso, director del Prado en el 36-39, era de Málaga.

Quiere decirse que si el criterio ideado por el señor Iceta era un criterio geográfico y vernacular, para "restituir" a catalanes y vascos lo que les pertenece, el Prado no sufriría una merma irreparable (Zuloaga, Fortuny y algunos otros), mientras que Barcelona perdería su museo Picasso, que habría de viajar a Málaga, -junto con el Guernica, claro está-, al tiempo que el Bellas Artes de Bilbao se libraría de una corte indeseada de maketos: los Murillo, Ribera, Zurbarán, etcétera, que hoy atesoran, con el añadido de El Greco, que ni siquiera era español, sino una suerte de toledano pasado por la Sublime Puerta. Bien es cierto que, dada la vocación universal del andaluz (un andaluz andalucista es un español de segunda y un andaluz de tercera, decía Machado), todos estos Picassos acabarían, probablemente, revirtiendo en el Museo Reina Sofía, lo cual haría más pronunciado aún el excepcional cuadrilátero que hoy componen, junto al Reina, el Museo del Prado, el Museo Thyssen y la maravillosa y poco frecuentada Academia de San Fernando.

Por contra, si lo que el señor ministro deseaba era devolver los cuadros a sus propietarios "primitivos" (¿estaría pensando don Miquel en revocar el legado de don Pedro Boch de 1919, o la donación de don Francisco Cambó en 1941?), desde aquí le advertimos que la composición del Prado tributa a dos fuentes principales: las colecciones reales, que tienen en Carlos V, Felipe II y Felipe IV sus grandes valedores, y toda la pintura eclesiástica que se obtiene tras la desamortización de Mendizábal, en 1836, y con la que se compuso el Museo Nacional de Pinturas, el Museo de la Trinidad, que se hallaba en los altos de la calle Atocha. No es, pues, hasta marzo de 1872, cuando el Museo Real de Pinturas (Prado) y el Museo Nacional de Pinturas (Trinidad), se unen para formar el Museo Nacional del Prado. Esto es, a un año de la calamitosa I República española, donde, por cierto, tuvo un destacadísimo papel el federalismo catalán, por obra de dos de sus cuatro presidentes, don Estanislao Figueras y don Francisco Pi y Margall.

Hablando ya con algo de seriedad, digamos que el señor ministro se halla mal informado. Permítaseme recordar por extenso las palabras de uno de los directores del Prado, el añorado Francisco Calvo Serraller: "El Museo del Prado, con sus tres mil obras esparcidas por todo el territorio del Estado español, puede enorgullecerse de ser uno de los museos nacionales más descentralizados del mundo, ya que no solo se limita a esta generosa distribución de fondos, que, a veces, constituye el cuerpo fundamental de la colección de no pocos museos de las diversas autonomías, formando con ello lo que expresivamente se conoce, ahora con sentido positivo, como Prado disperso, sino que también lleva a cabo una política de exposiciones temporales de carácter itinerante, que recorren casi todo el país año tras año, política que recibe la denominación de Prado itinerante". ¿Es necesario añadir algo más?

El 25 de noviembre de 1891, Mariano de Cavia publicaba en El Liberal un reportaje con la falsa noticia de la destrucción del Prado a causa de un incendio. Gracias a aquella oportuna mixtificación de Cavia, el Prado pudo salir de su incuria, interesando a pueblo e instituciones en su salvaguarda. Hoy el Prado se ha visto amenazado por el propio gobierno de la nación. "El Museo del Prado -escribía con emoción Gaya Nuño- ha sido, es y será la realidad cultural más gloriosa de España y una de las máximas de todo el planeta". ¿No resulta paradójico que la más alta institución cultural de España quisiera ser desguazada por un ministro de Cultura? ¿Es esto lo que el Gobierno entiende por progreso?

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