Tribuna

Pablo gutiÉrrez- Alviz

La barbacoa

El agente Putin se infiltra en una desastrosa barbacoa organizada en el chalet de Galapagar por el matrimonio Iglesias-Montero.

La barbacoa La barbacoa

La barbacoa / rosell

Llos problemas económicos de mi amigo Antoni Putin no cesan. Este espía ruso en excedencia sigue sin trabajo y el coronel Ziesov, jefe de los recursos humanos del antiguo KGB, no termina de aprobar su reincorporación al servicio activo. Por otra parte, continúa viviendo en el costoso chalet colindante con la mansión de Irene Montero y Pablo Iglesias en Galapagar. El otro día me llamó para decirme que había mandado al comisario Villarejo un informe secreto con el que espera obtener una buena retribución. Dice así:

"Estimado comisario Villarejo:

El pasado domingo, al amanecer, observé que la Guardia Civil había reforzado la dotación de efectivos para la vigilancia de la casa de Pablo Iglesias, y un amable número de la Benemérita me informó de que el líder de Podemos iba a dar una barbacoa a la que asistirían importantísimas personalidades españolas. Acto seguido, me hice el encontradizo con su pareja, Irene Montero, justo cuando ella salía para misa de ocho, y la acompañé gustoso. El cura estuvo muy bien, con una homilía corta, pero no pude echar nada en la colecta. Irene tampoco se estiró, adujo que tenía muchos gastos con los mellizos y la hipoteca. Aunque después del oficio religioso me convidó a unos deliciosos churros con chocolate. En realidad, ella no tiene amigos en el pueblo y le gusta que la vean conmigo porque como inmigrante (ruso), pobre y gay, doy el punto alternativo, solidario y transversal. Cuando regresábamos a la urbanización, saqué que no tenía ni parar comer y me invitó a la barbacoa como camarero sui generis: iría de vecino y amigo, pero tendría que trabajar y "de la gratificación ya hablaríamos". Al parecer, Iglesias pretendía dar su versión sobre los pésimos resultados de Podemos y había invitado a los de las Mareas, Compromís, Comunes, Adelante, Más, etc. También a Pedro Sánchez, Torra, Otegui, Urkullu e incluso a Amancio Ortega. A los postres estaba prevista una emocionante videoconferencia con Puigdemont.

Aquello empezó a eso de las dos de la tarde. En principio, cada uno tenía que traer su comida y los anfitriones solo ponían la barbacoa, un microondas, el hielo y el agua. Todas las viandas procedentes de las distintas nacionalidades del vetusto Estado español serían compartidas en un régimen de alegre camaradería.

Los primeros en llegar fueron Carmena y Errejón, quienes ya venían comidos. Saludaron fríamente a los dueños de la espectacular vivienda y estuvieron muy cariñosos con los mellizos de la casa. Lo malo es que las criaturas nada más verlos empezaron a llorar desconsoladamente. La extraña pareja política, que se morrea en público, se marchó al instante, dejando como aportación sus famosas magdalenas.

Más tarde aparecieron Juan Carlos Monedero y Raúl Morodo: se parapetaron en una esquina del porche principal para hablar de las finanzas del chavismo, los dictámenes, las comisiones y la problemática fiscal y penal del blanqueo de capitales. Como altivos capitalistas se les olvidó traer comida y les arrimé algunas magdalenas de Carmena y Errejón, que engullieron sin rechistar.

Eran las cuatro de la tarde y no llegaba nadie más. Irene manifestó que los demás invitados habían excusado su asistencia por diferentes motivos: pinchazos de ruedas, primeras comuniones, visitas a urgencias por una abuela o una suegra, y Echenique, en concreto, ya al día con los seguros sociales de su asistente, porque iba a los toros esa misma tarde y no le daba tiempo si previamente tenía que venir hasta Galapagar para este singular convite.

La anfitriona, mohína, dijo que, entre las fatigas del embarazo y los churros del desayuno, "pasaba de comer". Y Pablo Iglesias apagó la barbacoa y devoró, él solito, una ensalada de Mercadona sin aliñar (se va a hacer vegano para ampliar su enclenque base electoral).

Lo único que pude oír de política es que el líder podemita confesó a Monedero y cía que se sentía traicionado por todos y que ponía su cargo a disposición de Irene.

Noté que mi presencia resultaba innecesaria y, antes de irme, le pedí a Irene la gratificación. Me dijo que cogiera las sobras (?) y que me invitaría a churros el próximo domingo, después de misa.

En definitiva, un fracaso de barbacoa: solo me pude llevar unas tristes magdalenas. Valoro este riguroso informe en 3.000 euros, que puede abonar, a la mayor brevedad posible, en mi única cuenta (corrientemente vacía) que ya usted bien conoce. Atentamente. A. Putin."

Conservo el IBAN de Antoni: le haré una transferencia como si fuera del mismo Villarejo. Putin tiene que vivir con dignidad hasta que vuelva a ser un espía ruso con nómina.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios