SEVILLA celebrará en 2026 los 500 años de las bodas de Carlos V e Isabel de Portugal (1526) reivindicando su pasado imperial, su centralidad histórica y su vocación de gran escenario. Como entonces, la ciudad se engalanará para la conmemoración, intentando cuidar el relato y subrayando la continuidad de una Sevilla monumental, bella y digna de admiración. Pero como entonces también, conviene preguntarse qué queda fuera del encuadre.
Alonso de Morgado, cronista sevillano del siglo XVI, escribió en 1587 una Historia de Sevilla que hoy resulta incómodamente actual. En ella describía una ciudad preocupada por el lustre de sus fachadas, por la alineación de las casas y la abundancia de ventanajes, mientras se ignoraban problemas mucho más prosaicos pero esenciales para la vida urbana:
«”Todos los vecinos de Sevilla labran ya las casas á la calle, lo cual da mucho lustre á la ciudad […] mas ya en este hazen entretenimiento de autoridad tanto ventanaje… haciendo caso omiso de los mil muladares formados de murallas afuera y junto á las puertas mismas de la ciudad”.
La frase no necesita traducción al presente. Mientras la autoridad se entretiene en lo visible, lo ceremonial y lo representativo, los problemas de limpieza y salubridad se desplazan a los márgenes. Los muladares del siglo XVI no estaban en el corazón monumental, sino extramuros, en los accesos, en los espacios que no formaban parte del relato glorioso de la ciudad.
Morgado no hablaba solo de suciedad. Hablaba de una forma de gobernar: atender lo visible, lo simbólico, lo que refuerza la imagen del poder, y relegar a los márgenes –físicos y políticos– aquello que incomoda. Los muladares estaban fuera de las murallas, pero también fuera de la preocupación real de la autoridad.
Cinco siglos después, los muladares ya no están extramuros, pero la lógica es la misma. Los vertederos improvisados, la acumulación de residuos y la degradación de espacios públicos como la Plaza Churruca no son únicamente un problema de limpieza: son un problema de trato institucional a la ciudadanía. Y la respuesta ofrecida en el pleno municipal del pasado 17 de diciembre de 2025 lo dejó claro.
La intervención de la delegada de Limpieza Pública y Parques y Jardines, Evelia Rincón, durante el turno ciudadano del pleno municipal, ante una reclamación discreta y formulada con educación por una vecina, no se caracterizó precisamente por la empatía, la autocrítica ni el compromiso con la mejora del espacio urbano. Por el contrario, el tono empleado fue percibido como despectivo y minimizador, más orientado a dar por zanjado el debate que a reconocer la existencia de un problema real que afecta a vecinos concretos. No se atendió una demanda ciudadana: se despachó una molestia.
Ese gesto –más que el vertedero en sí– es lo verdaderamente grave. Porque transmite una idea clara: hay problemas que no merecen atención, barrios que no forman parte de la Sevilla que se celebra y ciudadanos a los que se puede responder con suficiencia desde el atril. Exactamente la misma lógica que Morgado denunciaba cuando hablaba de “entretenimiento de autoridad” mientras la basura se acumulaba junto a las puertas de la ciudad.
Las conmemoraciones históricas tienen sentido si sirven para reflexionar, no solo para decorar el presente con glorias pasadas. Celebrar a Carlos V mientras se normaliza el deterioro cotidiano y se responde con arrogancia a quien lo señala es repetir, sin ironía consciente, el viejo error: confundir gobierno con escenografía.
Una ciudad no se mide por la solemnidad de sus aniversarios ni por el brillo de sus actos institucionales, sino por cómo escucha a sus vecinos y cómo cuida los espacios comunes. El problema no es que haya basura –eso siempre lo ha habido–, sino que se trate con desprecio a quien la señala. Porque entonces el muladar deja de ser solo físico y pasa a ser político.
Alonso de Morgado escribió hace más de cuatro siglos, pero su advertencia sigue vigente: cuando el poder se entretiene en el lustre y pierde el respeto por lo cotidiano, la ciudad se degrada. Y no hay conmemoración que lo tape.