Mata a su hermano de una cuchillada en el corazón tras una bronca familiar

El apuñalamiento ocurrió a las nueve de la mañana en una casa de Alcalá de Guadaíra en la que los dos hermanos vivían con su madre. La Policía detuvo al presunto fratricida.

Mata a su hermano de una cuchillada en el corazón tras una bronca familiar
Mata a su hermano de una cuchillada en el corazón tras una bronca familiar
Fernando Pérez Ávila, Sevilla

03 de agosto 2016 - 17:17

La calle Gracia de Carmona es una estrecha vía peatonal de Alcalá de Guadaíra ubicada en un barrio en el que todas las calles llevan nombres de vírgenes de la provincia de Sevilla. Paz del Porvenir, Valme de Dos Hermanas o Pastora de Cantillana son algunas de ellas. Es un vecindario pequeño, formado en su mayoría por casas unifamiliares, situado a escasos metros de los raíles de un tranvía cuya obra, casi acabada, lleva años parada. En Gracia de Carmona hay, a lo sumo, una veintena de viviendas. Desde un extremo de la calle se ve la autovía A-92 y se oye de lejos el ruido del tráfico, que llega amortiguado hasta las casas. Es lo único que se escucha.

Por eso, la mayoría de los vecinos oyeron la pelea que, sobre las nueve de la mañana de ayer, se originó en el interior del número 16 de esta calle. Gritos e insultos salían de aquella bonita casa cuya puerta franquea una especie de valla de madera y cuya azotea, que se ve desde la calle, contiene un pequeño jardín. Las ventanas están llenas de plantas, desde un clavel blanco que crece solitario en una maceta hasta la albahaca que trata de soportar a duras penas el rigor del verano en otra. De allí, de aquella casa en la que vivía una mujer de 87 años, Trinidad, con dos de sus hijos, José, de 57, y Enrique, de 50, salían unos terribles gritos.

No era la primera vez que los dos hermanos se peleaban. Cuentan algunos vecinos que Enrique se había instalado en la casa de su madre hace aproximadamente un año, después de que hubiera terminado una relación con su pareja. José, a quien todos en el barrio conocen como Chiqui, siempre vivió con su madre. Desde que Enrique se instalara en aquella casa hubo peleas entre los dos hermanos. Ambos estaban en el paro y vivían de la madre. José recriminaba a Enrique que saliera demasiado y se gastara mucho dinero, mientras que él vivía prácticamente enclaustrado en casa, metido en su jardín fabricando sus propias piezas de madera para adornarlo.

Las discusiones se habían hecho más frecuentes con la llegada del verano hasta convertirse casi en diarias. La de ayer despertó a algunos vecinos, que estos días apuran algo más en la cama agradeciendo que no hay colegio al que llevar a los niños. También los pequeños del barrio se despertaron con las voces. Nadie salió ni nadie llamó a la puerta del 16. Pensaban que era una pelea más.

La bronca de ayer comenzó poco antes de las nueve y cesó bruscamente un cuarto de hora después. Fue de las más fuertes. Se hizo el silencio. Unos minutos después se escuchó por primera vez la voz de la madre, Trinidad, que lloraba y pedía auxilio. Entonces sí salieron algunos vecinos. Pensaban que, con el acaloramiento de la discusión, alguno de los dos contendientes había podido sufrir un infarto. No era una idea tremendista para aquellos que conocieran bien a la familia. Tanto el marido de Trinidad como otros dos de sus seis hijos habían muerto hace años por ataques cardíacos. Otra hija más falleció en un accidente de tráfico. Todas estas pérdidas apenaban enormemente a Trinidad, que solía mostrarles a sus vecinos fotografías de sus hijos.

José salió de la casa y pidió a una vecina que llamara a la Policía y a un médico. La mujer así lo hizo. El aviso lo registró el servicio de emergencias 112 a las 9:07. Minutos después se presentaron en la estrecha calle decenas de policías nacionales y varios profesionales sanitarios del servicio de emergencias 061. Los médicos entraron en la casa y sólo pudieron confirmar la defunción de Enrique. José confesó a la Policía que había matado a su hermano Enrique con un cuchillo. La puñalada, recibida en el tórax, le atravesó el corazón y lo mató en el acto. Lo había intentado reanimar él mismo mientras llegaba la ambulancia, pero no pudo. La ambulancia, preparada en un principio para hacer el traslado urgente del herido, sirvió finalmente para atender al presunto fratricida, que se derrumbó y comenzó a llorar al asimilar lo ocurrido. Los profesionales sanitarios también le curaron varias heridas que tenía, ya que durante la pelea había recibido diversos golpes y mordiscos de su hermano.

Mientras la Policía detenía al presunto autor del crimen, la madre permanecía en la puerta de su vivienda. No lloraba, dicen los que la vieron. Contaba a otra vecina que José la había defendido después de que Enrique le tirara de los pelos. Quién sabe si lo decía por intentar salvar de la cárcel al único hijo varón que ya le queda. Tras el crimen, a la anciana se la llevó su otra hija, que también reside en Alcalá de Guadaíra. La casa quedó cerrada, aunque sin ningún precinto policial a la vista. Sólo una botella de agua de plástico azul, dejada medio llena sobre el bordillo de un alcorque, y un pañuelo de papel arrugado revelaban horas más tarde la tragedia que aquella mañana había tenido lugar en el número 16 de una tranquila calle de Alcalá.

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