Utrera, la vida a pesar del Covid-19
La segunda ola de pandemia
Los datos de contagios no merman el bullicio en las calles y cafeterías
La cuarta ciudad en población de Sevilla está al filo de los 500 casos por cada 100.000 habitantes
El alcalde insiste en que urge tomar medidas para salvar la campaña de la Navidad
Un pueblo que disfruta de la vida que bulle en sus calles y plazoletas, en rincones tan genuinos como los de la Sevilla turística pero en los que, a diferencia de aquélla, la merma de visitantes no ha dejado mortecinos. Esa es la primera impresión que se tiene al entrar en Utrera, dejar atrás la hilera de palmeras junto al polígono El Torno –camiones de logística flanquean el paso– y enlazar con la calle de la Corredera u otras del centro urbano. Las terrazas de los bares están llenas, van y vienen los cafés y las tostadas a media mañana, decenas de vecinos se cruzan en el Altozano.
Pero esa imagen contrasta con los mensajes de preocupación que ha lanzado el Ayuntamiento por los datos de la evolución la segunda ola de la pandemia. Son los peores entre los grandes municipios de Sevilla y multiplican por cuatro a los de la capital, Alcalá de Guadaíra o Dos Hermanas, muy cerca de los 500 por cada 100.000 habitantes que toman como referencia los epidemiólogos. En la última semana ha sumado 90 casos confirmados, 242 en 14 días.
El incremento se ha producido sobre todo desde la feria de Consolación, que no se celebró pero que no evitó decenas de reuniones particulares y botellonas. A ello se suma que la ciudad –que es por cierto la de la nueva secretaria de Estado de Sanidad, Silvia Calzón, y de uno de los expertos que asesoran a la Junta, el ex gerente del SAS, José Manuel Aranda– tiene uno de los peores brotes en una residencia de mayores, en el barrio de La Mulata, con 99 positivos. Ha llegado a tener más de una treintena de aulas confinadas en colegios, por algún positivo que son reflejo de lo que ocurre fuera.
El alcalde, José María Villalobos, advierte que hay además un “problema” y no sólo en Utrera por las demoras y la “calidad” de los datos de PCR que se usan de referencia para valorar una situación epidemiológica. Se tarda una semana en citar para una prueba, tres días en dar resultados, tres más en colgar en la plataforma. “Las cifras que hay, ¿de cuándo son?. La realidad va muy por delante”.
De ahí que haya pedido que en Utrera se refuercen los equipos que los hacen y que se tomen medidas ya, como prohibir celebraciones y banquetes – “por mucho que se intente, una boda en el sur nunca será como una boda en Copenhague”, ejemplifica para que se entienda– durante dos o tres semanas y ordenar en firme que no haya reuniones familiares o de amigos de más de seis o diez personas, sin mensajes confusos.
En una carta que envió al presidente de la Junta el 25 de septiembre, pedía incluso el control de la movilidad en las entradas y salidas del municipio. Aunque cerrar Utrera –más de 50.000 habitantes, puerta Sur del área metropolitana con miles de desplazamientos hacia ésta– no es cerrar Casariche.
Su obsesión es evitar que las medidas más drásticas lleguen en el peor momento, a partir de noviembre, con la campaña de Navidad, que –junto a la de la Semana Santa que se perdió– puede ser la salvación o la puntilla para el pequeño comercio y la hostelería, claves en una economía como la de Utrera. “Y no se puede estigmatizar a la hostelería”, subraya sobre el ambiente en las calles, que lo tendría mucho más difícil con horarios de cierre y limitación de aforos.
Confinado en su casa y atendiendo por teléfono de manera preventiva, después de que sus dos hijos hayan tenido que hacerlo por un contacto en su colegio, el edil señala que no ha tenido respuesta de la Junta y que ya ha hecho lo que cree que debía hacer dentro de sus competencias: ni siquiera han arrancado las escuelas deportivas municipales, los parques infantiles están cerrados, se adelantó al prohibir las visitas y salidas de la residencia...
Esa otra realidad con más sombras sí aflora en la conversación con algunos de esos vecinos que transitan por las calles. Como los que hacen cola ante el Centro de Salud Utrera Sur, en la glorieta de Pío XII. Pasa un coche del Ayuntamiento recordando con altavoces que hay que extremar la precaución y no dejar atrás la mascarilla. Un operario desinfecta las barandillas. “Mi nieta de 13 años ha estado 15 días sin ir al colegio, aislada en su habitación por un caso en un compañero. En ese tiempo, ni siquiera le han hecho la prueba...”, explica Isabel, que relaciona los rebrotes con las comuniones.
No muy lejos, espera María Dolores para recoger un parte de baja, con el 84 en una lista que va por el 22. “Hay bastante miedo, los bares están hasta la bola y no estamos haciendo las cosas como se debería, no somos conscientes”. Carmen, a su lado, matiza que el problema más que en eso está en las “muchas reuniones” particulares que se hacen. Ambas relatan barbacoas que han presenciado desde las azoteas, botellonas con cachimbas de más de una veintena de personas con llamadas a la policía local, que o bien es insuficiente o no ha tenido como prioridad actuar siempre, señalan.
En la trasera de ese mismo centro de salud, en la calle Niño de Utrera, es donde se hacen las PCR cada día (también en el otro centro de salud, aunque tiene espacios más abiertos). Los bares y negocios del entorno advierten que se producen aglomeraciones a primera hora de la mañana y de la tarde y los sanitarios deben salir a organizar las colas. Carmen Martín coloca un cartel en su peluquería y tienda de ropa: “Cuidado con la lejía”. Teme que los que se apoyan en el zócalo que desinfecta se quejen por desperfectos en la ropa.
“Si no es por las prohibiciones, la gente va a seguir saliendo”, está convencida, y cree que hay que tomar medidas ya. Esa mañana ha visto “el coche con las luces de Navidad”, pero lo que le preocupa además de que iluminen una Utrera semiconfinada, es que ese dinero se gaste con empresas de fuera. “Hay gente con mucha necesidad, muchos negocios que necesitarían ayuda”. Con 32 años de profesión, su clientela no le está fallando.
Pero no es la situación de otros. Los comercios de ropa de vestir están a medio gas, pendientes de esas Navidades que, como reseña el alcalde, necesitan también los ciudadanos de a pie como asidero psicológico. De momento, la Cabalgata de Reyes ya está suspendida. Hablando de diciembre, los loteros refieren que la venta para el sorteo del Gordo está casi un 40% por debajo del año pasado por estas fechas, porque no se vendió en los día grandes de Consolación.
“En Utrera hay mucha gente con ERTE", afirma David, en su inmobiliaria de la calle de Las Mujeres, y añade que hay, como en todos los sitios, una enorme “desconfianza en el mercado laboral” que está frenando las ventas. El 90% de las operaciones que cerraron durante el confinamiento fueron compras o alquiler de chalés con piscina, cuando en Utrera no era en absoluto lo habitual.
La propietaria de un restaurante no lejos del centro de salud, que prefiere no aparecer con su nombre, sí ha logrado recuperar del ERTE a sus cinco empleados. “La hostelería es un negocio seguro, en el que se cumplen las medidas de limpieza y distanciamiento. Siempre se habla de los bares, pero aquí no se están produciendo esas grandes reuniones que tanto preocupan por los contagios”.
Tras el último consejo de Gobierno de la Junta en el que se anunció el confinamiento parcial de Casariche y los test aleatorios en Arahal, La Campana, Paradas y Villaverde, hubo confusión pensando que las restricciones de aforo también afectaban en Utrera, porque el alcalde las había pedido.
La Asociación de Hostelería emitió un comunicado. Pide a los vecinos que “confíen” y “apoyen” al sector: “Los establecimientos hosteleros tienen plena conciencia de la gravedad del problema, en este sentido queremos haceros llegar que se toman las medidas de higiene necesarias para que disfrutéis de una hostelería segura frente al Covid-19”. En el momento de que entren en vigor otras medidas, las aplicarán, “como lo llevan haciendo desde el principio de la pandemia”, que en esta segunda ola está dando fuerte también a Utrera.
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