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Guilllermo Sánchez | Periodista y escritor

“La Iglesia llegó a prohibir el nombre de Macarena”

  • Macareno de los Callejones, este versátil periodista y autor de novela histórica se adentra ahora en el mundo de la Virgen de la Esperanza

Guillermo Sánchez, en el bar Plata.

Guillermo Sánchez, en el bar Plata. / Juan Carlos Vázquez

La cita es en el bar Plata, mirando a través de sus amplios ventanales de café antiguo el trasiego de las gentes en torno a la Basílica de la Macarena. A Guillermo Sánchez (Sevilla, 1960) le podríamos preguntar sobre muchas cosas, desde su labor como periodista deportivo (actualmente sigue trabajando en Canal Sur) hasta su faceta de escritor de novela histórica. Pero estamos aquí para hablar de su libro ‘Y la Macarena se vistió de luto’ (El Paseo), una obra que, como afirma Manuel Jesús Roldán, explica lo inexplicable: cómo el dolor de una madre se convirtió en la alegría de un pueblo. Guillermo –Willy como le bautizó José María García– vive en los Callejones de la Macarena, un arrabal que aún conserva algo de aquella Sevilla de adarves y barreduelas. Sin embargo, sus orígenes están en el Tardón y su hermandad matriz es la Soledad de San Buenaventura. Como periodista ha destacado también por sus retransmisiones en Canal Sur de la entrada de la Virgen de la Esperanza, por lo que mereció un premio Demófilo y, sobre todo, el sobrenombre de “el narrador de la Macarena”. No es mal título para el que firmó su primer contrato con Canal Sur sentado sobre unas cajas de cerveza. Una vez escribió un discurso que no le dejaron pronunciar. En él se definió con palabras de Manuel Machado: “Medio gitano y medio parisién –dice el vulgo–,/ Con Montmartre y con la Macarena comulgo...”

–¿Qué cuando sale la entrevista? El domingo.

–Es el día que se casa mi hija. Soy el padrino.

–Enhorabuena. Será un gran día.

–Leeré la entrevista vestido de chaqué. Es una historia curiosa. La madre del novio, que es una macarena de Santander, vino hace un par de años a la basílica y le pidió a la Virgen que su hijo encontrase una mujer apropiada.

–¿Da por hecho que su hija es la apropiada?

–[Risas]. Por lo menos es macarena.

Toda la zona que va de la Barqueta a los Callejones la compró Olivares para especular con el terreno

–Como el padre. Usted vive en los Callejones de la Macarena. No es un lugar cualquiera.

–Es el barrio que hay justo detrás del bar Plata. Las imágenes de cine que conservamos de 1914 y 1923 son un testimonio de cómo antiguamente la Virgen pasaba por aquí cuando se recogía el Viernes Santo, antes de pasar por el Hospital de las Cinco Llagas. Cuando no había fondos para que la Virgen procesionase, los vecinos de este barrio de extramuros formaban grupos de campanilleros e iban por las calles pidiendo dinero.

–¿Dice que la Macarena iba hasta el Hospital de las Cinco Llagas?

–Sí, desde el siglo XVII, para visitar a los enfermos. Allí era donde se producía la ceremonia de la humillación, como se sigue haciendo en muchos pueblos actualmente. En esta se enfrentaban el Cristo y la Virgen.

–¿Y cómo se conservan los Callejones?

–El barrio ha perdido un poco su esencia. En mi calle, Esperanza –antiguamente llamada De los limones–, se encuentra la única casa-huerta que permanece en pie. Está protegida. La última vez que pasó por aquí la Virgen fue en 2006.

–¿Desde cuando existe este barrio?

–Empezó a levantarse para dar alojamiento a los obreros que construían el Hospital de las Cinco Llagas, en el siglo XVI. Hay grabados de la época en los que ya existen las calles Esperanza y Monederos… Intuyo que en esta última vivían también los operarios que, cuando venía un galeón de América con metales preciosos, trabajaban en la acuñación de moneda. Posteriormente toda esta zona, la que va desde la Barqueta a los Callejones, la compró el Conde Duque de Olivares para especular con el terreno.

–¿Siempre vivió aquí?

–No, yo nací en el Tardón y después me fui al Polígono de San Pablo. Me vine aquí después de casarme. Cuando llegué, tras vivir una etapa en Madrid, en 1986, mi vecino todavía aparcaba su burro y su carro en la calle. El cambio fue brusco.

–Hablemos del nombre del barrio de la Macarena. Hay distintas teorías sobre su origen.

El gran antagonista de la Macarena no era la Esperanza de Triana, como se cree, sino el Gran Poder

–Durante mucho tiempo se dijo que en esta zona tenía una huerta un romano llamado Macario y de ahí el nombre. Pero yo creo más acertada la teoría que defiende que se debe a una ermita que los monjes basilios tenían dedicada a Santa Macrina, una mártir del siglo IV...

–... Y de Macrina se pasó a Macarena... Sea como sea, lo cierto es que hay personas a las que no les gusta que se llame con el nombre del barrio a la Virgen de la Esperanza. Yo, sin embargo, no puedo evitarlo.

–Probablemente por esa creencia de que Macarena viene de Macario, el nombre de un pagano, algo que no le gustaba a la jerarquía eclesiástica. En general, desde los años 20, hubo una clara desconfianza de la propia Iglesia al modelo de religiosidad popular y festiva que había crecido en el barrio de la Macarena. Uno de los que persiguió el nombre de Macarena asociado a la Virgen de la Esperanza fue el cardenal Ilundain. Cuando se hicieron las estampas para el primer besamanos de esta imagen –el primero que se hizo a una Dolorosa–, Ilundain exigió que se quitase el nombre de Macarena y se dejase sólo el de Esperanza.

–¿El primer besamanos fue a la Macarena?

–Sí, como en tantas cosas la Macarena fue pionera. Pero hablamos de las vírgenes dolorosas. El de la Virgen de los Reyes era anterior.

–Sigamos con la persecución del nombre Macarena.

–La Iglesia llegó incluso a prohibirlo. Hasta los años 60, ya con el cardenal Bueno Monreal, no se permitió que las niñas se llamasen Esperanza Macarena. Y sólo hace muy poco se han podido llamar Macarena a secas.

No podemos convertir a la Macarena en el epicentro del enfrentamiento entre las dos Españas

–Esos cardenales de antes mandaban más que los capitanes generales.

–El anterior a Ilundain, el cardenal Almaraz, cuando vio el retrato de la Macarena vestida de luto por la muerte de Joselito, la persiguió hasta conseguir que no se publicase en Sevilla. José Castellano Grandell hizo esta foto por encargo de Juan Manuel Rodríguez Ojeda. La ejecutó según el modelo de la época de “viuda a la americana”.

–¿Viuda a la americana?

–Sí, entonces estaba de moda que las viudas se retratasen vestidas como tal. Castellano Grandell era uno de los fotógrafos especializados en este género. La foto de la Macarena la hizo siguiendo el modelo de los retratos de viudas de la Gran Guerra que aparecían en las revistas gráficas americanas. Cuando el cardenal Almaraz vio esto tuvo claro que tenía que pararlo. Ya había sido demasiado que Rodríguez Ojeda vistiese de luto a la Virgen por un torero gitano, incluso que se hubiesen realizado las exequias en la Catedral, impulsadas por el canónigo Muñoz y Pabón –gran amigo de Joselito–, algo que indignó a la aristocracia sevillana, porque como es sabido el diestro no se llevó muy bien con la Maestranza… Pero lo de la foto de Castellano Grandell con el rostrillo echado para atrás como una viuda americana era demasiado. Sin embargo, Almaraz no pudo evitar que se publicase en El Gráfico, una revista madrileña de tirada nacional. Lo curioso es que la foto, de alguna manera, recordaba a la imagen de la antigua Macarena, antes de que Rodríguez Ojeda hubiese empezado a transformarla unos cuarenta años atrás.

–Rodríguez Ojeda fue una persona muy importante en la historia de la Macarena.

–Ya con 14 años empezó a vestir a la Virgen. Fue fundamental porque inventó un modelo estético para la hermandad de acuerdo con lo que él veía en el barrio. Lo que observaba Rodríguez Ojeda era un mundo muy barroco y de color: la cal, los geranios, las tejas, el barroco de San Luis. Todo este colorido audaz lo opone al negro predominante en la Semana Santa herencia de los Montpensier. Una de las cosas que inventa son las túnicas de capa… De repente los nazarenos pobres parecen auténticos príncipes con esas capas aladas. Hasta ese momento la única hermandad que tenía esta prenda era la Quinta Angustia, pero eran mucho más pequeñas y oscuras. Rogríguez Ojeda también lleva el color al palio y el manto de la Virgen. Mezcla el rojo con el verde, que es lo que él ve en el barrio… Todo esto crea un gran antagonismo con el Gran Poder, que es la gran hermandad del centro. El gran antagonista de la Macarena no es la Esperanza de Triana, como se cree, sino el Gran Poder. Las dos hermandades, como se sabe, tuvieron enfrentamientos muy graves que obligaron al cardenal Spínola a intervenir. Se oponen dos modelos, tanto estéticos como de fervor.

–¿El pietismo burgués del Gran Poder frente a la religiosidad popular de la Macarena?

–Sí, en una carta que he recuperado de 1912, tras un nuevo y duro enfrentamiento entre las dos hermandades en plena carrera oficial, el hermano mayor de la Macarena afirma que están hartos de que los “magnates” del Gran Poder los traten como a “plebeyos”. Era el barrio oponiéndose al centro.

–Eso le dio algún disgusto a Rodríguez Ojeda, ¿no?

–Bastantes. La Macarena terminó intervenida por la Iglesia y, al hermano mayor impuesto por el cardenal Illundain, las vecinas de la Macarena le echaron encima un cubo de manteca de cerdo derretida mezclada con añil. Todo fue porque se difundió un rumor de que querían llevarse a la Virgen al centro, algo que no era verdad.

–¿Y por qué la Macarena hizo esa distinción con la figura de Joselito?

–Porque era el mecenas de todas las iniciativas de Rodríguez Ojeda. Rodríguez Ojeda inventaba y Joselito pagaba.

El tramo que va desde el Arco hasta San Gil es un rincón de ópera donde pasan cosas maravillosas

-¿Cómo llegó la Macarena a ser una devoción universal?

–Por su valentía y capacidad de enfrentarse a lo establecido. Como decíamos, fue pionera en muchas cosas. Por ejemplo, fue protagonista de la primera coronación del mundo que no fue canónica, sino popular. Una auténtica declaración de independencia. En 1913 el barrio decidió coronar a la Virgen y lo hizo con la primera corona que es más grande que la cabeza de la imagen. Hasta la fecha, las dolorosas siempre llevaban coronas más pequeñas que sus cabezas. También fue la primera corona que fue cincelada y no grabada. Como dice Manuel Jesús Roldán, en mi libro intento explicar cómo se convierte el dolor de una madre en la alegría de un pueblo. La muerte de Joselito y el luto de la Macarena son fundamentales para comprender por qué la imagen se convirtió en una devoción universal. Con la Macarena nació un nuevo modelo de Semana Santa.

–-Una imagen enfrentada al poder establecido, pero también amenazada por los mayores enemigos de este poder. Durante la II República tuvo que ser escondida más de una vez para evitar que fuese quemada por revolucionarios.

–Pese a que líderes obreros como Pepe Díaz decía que a la Macarena no había que tocarla, porque era la Virgen del pueblo, hubo elementos anarcosindicalistas que hicieron planes para destruirla. Hubiese sido para ellos una gran victoria propagandística. Pero siempre alguien se chivaba a los hermanos, que la ponían a salvo. La Macarena se llegó a ocultar en tres domicilios en las calles Escoberos, Méndez Núñez y Orfila. En la protección de la imagen tuvo un papel muy destacado Victoria Sánchez Contreras, un personaje heroico y mágico, propio de una novela. Era la limpiadora de San Gil y, para protegerla en su casa, la puso en su cama y dijo a sus vecinas que era su tía enferma de tuberculosis.

–Y, ahora, la pregunta charco cuando se habla de la Macarena. ¿Qué hacer con los restos de Queipo?

–Tengo amigos íntimos que son partidarios de sacarlos de la Basílica. Yo no veo necesidad. Lo veo una discusión absurda e innecesaria. No podemos convertir otra vez a la Macarena en el epicentro del enfrentamiento entre las dos Españas. Desde el punto de vista cofrade, Queipo hizo una cosa mala: usó la corona como aval para conseguir financiación para su bando.

–Dejemos los garrotazos. ¿Cuándo empezó la Macarena a procesionar en Semana Santa?

–En 1690… pero hay una época oscura en la que hubo años en que no salió. De una manera estable podemos decir que desde principios del siglo XIX.

–En tantos años se habrán producido momentos memorables… como cuando en los años veinte Antonio Chacón cantó doce saetas.

–Seis al Señor de la Sentencia y seis a la Virgen de la Esperanza. Chacón estaba con Antonio Fuentes, aquel torero del que Guerrita dijo: “después de mí, naide, y después de naide, Fuentes”. Eso ocurrió en San Gil. El tramo que va desde el Arco de la Macarena a San Gil es un rincón de ópera donde pasan cosas maravillosas. Tuvo que ser impresionante el estreno Spes nostra, la primera marcha dedicada a la Macarena, obra de López Farfán en 1904. Se repitió una y otra vez a petición del público. O la visita de Lorca y Falla a ver cantar saetas a la Niña de los Peines. Fue en 1922, cuando ambos estaban preparando el Concurso de Cante Hondo de Granada.

–Aquel atrevimiento estético de la Macarena de tiempos pasados ha derivado en un cierto clasicismo actual, ¿no?

–Sí, pero siempre hay que tener en cuenta que la seña de identidad de la hermandad es su osadía para romper con todos los cánones. El actual hermano mayor está en esta línea. Por ejemplo, ha entregado la renovación de todas las insignias a José Antonio Grande de León, y me consta que no le ha dado ninguna consigna. Es importante que los hermanos mayores dejen trabajar a los artistas.

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