Antonio Cruz. Arquitecto

"Hemos pasado de los arquitectos estrella a la máxima vulgaridad"

  • Es el 50% de Cruz y Ortiz, uno de los estudios españoles con más peso internacional, responsable de proyectos como Santa Justa, La Peineta o la remodelación del Rijksmuseum.

Antonio Cruz Villalón (Sevilla, 1948) elige para la entrevista un velador de la Plaza de San Leandro, bajo un gran laurel de indias. Es un lugar plácido y fresco, de esos que todavía existen en el centro de Sevilla, con tranquilidad antigua y poblado por jóvenes raperos que charlan con desgana matutina. Llegar a ese momento ha costado varios meses de negociaciones que siempre se frustraban por una reunión en Madrid o un viaje a México. Antonio Cruz forma un equipo inseparable y dual con Antonio Ortiz, con el que lleva trabajando desde la primera mitad de los años setenta para hacer desde Sevilla una arquitectura llamada a permanecer: grata, hermosa y útil como la sombra del laurel que cobija la entrevista. La lista es larga y reconocible para cualquiera: estadios como el de la Cartuja, Chapín o La Peineta de Madrid; estaciones como la de Santa Justa, la de autobuses de Huelva o la de ferrocarril de Basilea; o su obra más reconocida internacionalmente, la reforma y renovación del Rijksmuseum de Ámsterdam. Como él mismo apunta, entender sus edificios es un ejercicio de calma en el que hay que saber y querer mirar, al igual esa plaza del centro a la que le da sombra un laurel de indias y en la que aparentemente no pasa nada.

-La marca Cruz y Ortiz es cosa de dos y su carrera profesional es impensable sin la figura de Antonio Ortiz. ¿Cómo comenzó esa relación tan fecunda?

-Nos conocemos desde que comenzamos la carrera de Arquitectura en la Escuela de Sevilla. Entonces éramos muy pocos alumnos, en tercero apenas 21 estudiantes, y existía mucha proximidad entre nosotros. Una vez que acabamos ese curso, cuatro alumnos nos fuimos juntos a continuar los estudios en Madrid y alquilamos una vivienda. Allí fue cuando realmente estreché una fuerte amistad con Antonio Ortiz y al acabar la carrera decidimos abrir una oficina entre los dos.

-Me imagino que les unirá sobre todo una misma visión de la arquitectura.

-No sólo de la arquitectura. Tenemos una misma manera de pensar. Siempre decíamos que habíamos leído los mismos libros y visto las mismas películas. En muchos aspectos hay una fuerte coherencia entre los dos, no sólo en el campo arquitectónico, sino en otras expresiones artísticas o en la manera de ver la sociedad.

-¿Qué idea de la arquitectura tenían esos dos jóvenes sevillanos cuando empezaron a trabajar?

-No teníamos una idea muy clara de qué tipo de arquitectura queríamos hacer. Esa idea se completó con el trabajo, en la conversación entre los dos, en la realización de nuestros primeros pequeños proyectos. Éramos jovencísimos cuando abrimos nuestra primera oficina, 23 y 24 años.

-¿Dónde se encontraba esa primera oficina?

-En la calle Tetuán.

-¿Y ya se llamaba Cruz y Ortiz?

-En aquella época estas cuestiones de marcas no estaban tan claras. La cuestión del nombre fue algo que se generó poco a poco, mucho más tarde.

-Su primer trabajo importante fue la construcción de la llamada Casa Riñón, unas viviendas en la calle Doña María Coronel. El edificio tiene lo que tiene la buena arquitectura, pese a que se que se terminó de construir en 1976 todavía parece moderna.

-También podríamos decir que cuando se hizo podía parecer antigua. Con aquella casa descubrimos que nos gustaba que nuestra obra tuviese una cierta atemporalidad. Siempre hemos dicho que esa construcción es difícil de datar para alguien que no la conozca, aunque tenga fuertes conocimientos en arquitectura. El hecho de que a usted ahora le parezca moderna se debe a esa atemporalidad.

-Se lo suelo preguntar a los arquitectos: ¿no cree que, quizás debido a las presiones del mercado, en España se ha realizado una arquitectura doméstica de muy poca calidad?

-Al hablar de arquitectura doméstica tendríamos que distinguir entre dos campos muy distintos: la vivienda unifamiliar y la colectiva. A lo que usted se refiere afecta más a las viviendas colectivas, cuyos planos se han llegado a estandarizar, independientemente de la calidad y la ubicación de las mismas. Cuando se piensa en un piso todo el mundo espera una entrada que da paso a un salón-comedor que se conecta a una cocina y a un distribuidor que da acceso a unos dormitorios y un cuarto de baño. En España apenas hay innovación y búsqueda de otros tipos. Pese a los cambios sociológicos de las últimas décadas, la gran mayoría de las viviendas se siguen construyendo como si el modelo de familia mayoritario siguiese siendo un matrimonio estable con dos o tres hijos, cuando realmente muchas de las familias actuales no son así. Esa gran cantidad de personas que viven solas o simplemente en pareja necesitarían otro tipo de vivienda. Esto ya se está haciendo en otros países. Cuando yo empecé, el simple hecho de proponerle a un promotor que hiciese pisos con dos dormitorios en vez de con tres ya parecía una cosa muy arriesgada. El mercado de la promoción de viviendas es muy conservador.

-¿Y la unifamiliar?

-Es mucho más variada y hay un mayor grado de innovación. La gente que se hace una vivienda la suele hacer a su gusto y según sus necesidades.

-Alguien ha definido el estilo de Cruz y Ortiz como "racionalismo tranquilo". No sé si se siente identificado con esta etiqueta.

-El racionalismo es un movimiento que se acabó hace ya mucho tiempo, pero todavía se sigue identificando con la arquitectura moderna. A mí me gusta más una definición que usó un critico: "Arquitectura de síntesis". La nuestra no es una arquitectura que haga énfasis en uno de los múltiples aspectos que esta disciplina tiene: la forma, la construcción, la reflexión social, el uso de los materiales... Nosotros preferimos analizar la arquitectura como un hecho complejo para que en cada proyecto todos estos elementos encuentren su equilibrio.

-Esa atemporalidad, ese tomar lo mejor de cada cosa, es muy contemporáneo.

-En arquitectura no lo creo. Actualmente hay mucha arquitectura altoparlante, que se quiere autoafirmar a través de un solo aspecto. Son edificios que se leen muy deprisa, que dan un mensaje muy directo y fuerte, lo que tiene buena acogida entre el público, porque es muy identificable. Sin embargo, la arquitectura que nosotros hacemos tiene un mensaje más lento, más complejo...

-Creo que esa idea que usted apunta se refleja muy bien en el edificio de la Biblioteca Infanta Elena de Sevilla, que en principio no llama mucho la atención, pero que cuando lo recorres vas descubriendo su riqueza.

-De eso se trata, de que sean edificios que requieran un poco de tiempo para ver detalles, tanto para los usuarios como para los visitantes.

-En su juventud, trabajaron con uno de los grandes arquitectos contemporáneos españoles, Rafael Moneo. ¿Cómo fue la experiencia?

-Cuando llegamos a Madrid íbamos con mucha ilusión porque allí estaban los grandes nombres de la arquitectura española: Oiza, Sota, Fernández Alba... Pero nosotros creímos que habíamos tenido mala suerte porque nos había tocado un joven arquitecto que se llamaba Rafael Moneo... Fue un auténtico descubrimiento.

-¿Qué les enseñó?

-Muchas cosas, pero sobre todo la importancia del conocimiento culto de la historia de la arquitectura. Hasta que lo conocimos, nosotros entendíamos la arquitectura como una cosa muy profesional y muy circunscrita a su propio ámbito y momento. Rafael Moneo nos enseñó la importancia de la historia y de las conexiones de la arquitectura con el entorno en que se inscribe; que es fundamental conocer en qué momento de la cultura se realizan los edificios y cuáles son las razones no arquitectónicas por las que un edificio es como es.

-Cartuja, La Peineta, Chapín... Cruz y Ortiz ha realizado varios estadios de renombre. De los estadios se ha dicho que son las catedrales contemporáneas, las grandes construcciones que acogen las liturgias más importantes de la sociedad actual.

-Uno acaba siendo especialista en ciertos tipos de proyectos más por azar que por propia decisión. Hay tres campos en los que hemos trabajado muchísimo: intervenciones en edificios preexistentes, estaciones de transportes y estadios deportivos. No fue una decisión personal, sino que la vida nos fue llevando por ahí. Es cierto que los estadios son los nuevos espacios de la relación social, aunque son demasiado grandes para que se pueda decir que equivalen a la ópera del siglo XIX como lugar donde la gente se reconocía. Son edificios que tienen una gran importancia en las sociedades de hoy porque alrededor de la práctica del fútbol y del deporte se mueve mucha cohesión social. El diseño de los estadios es complicado, porque hay distintas familias de usuarios que deben estar perfectamente organizadas.

-El Estadio de la Cartuja está absolutamente infrautilizado.

-Esto me parece un enorme problema. El Estadio de la Cartuja, como tantos otros grandes edificios españoles de los últimos tiempos, se hizo sin la calma suficiente para pensar bien sus usos posteriores. Era buena la idea inicial de que fuese el campo del Sevilla y el Betis, pero no se tuvo la paciencia suficiente de llegar a un acuerdo antes de iniciar la construcción. La infrautilización de un edificio hace que la ciudadanía lo estime menos. Uno de nuestros edificios más estimados en Sevilla es la Estación de Santa Justa, algo que se debe, aparte de por su calidad, a que la gente entendió que era necesario para la ciudad y es muy utilizado. Con el Estadio de la Cartuja pasa todo lo contrario y la gente lo ve como un gran desembolso económico que podría haberse dedicado a otra cosa y, por tanto, no le tienen ningún cariño. La identidad entre necesidad y edificio hace que éste adquiera un valor importante.

-El gran proyecto internacional de Cruz y Ortiz es la intervención en el Rijksmuseum de Amsterdam, un auténtico 'tour de force' arquitectónico.

-Han sido doce años de trabajo y nos sentimos contentos por la enorme trascendencia que ha tenido. El Rijksmuseum es el edificio más importante de Holanda, el que significa la afirmación de su nacionalidad a finales del siglo XIX.

-¿Y cuáles son las claves para dar el paso de la internacionalización?

-Primero hay que saber idiomas. Esto puede parecer una obviedad pero no lo es tanto. Antonio Ortiz y yo sabemos inglés, francés, italiano y algo de alemán. Otro factor importante es saber entender cómo varía la profesión de arquitecto según el país donde se ejerza. En España somos muy generalistas y aglutinadores de un montón de técnicos que debemos subcontratar, somos los responsables de la totalidad del edificio. Sin embargo, en la mayoría de los países europeos el arquitecto sólo es responsable de los aspectos más formales y no de los aspectos técnicos y económicos.

-Dígame un edificio que le guste especialmente de Sevilla.

-Me gusta mucho la Fábrica de Artillería. Creo que es un edificio fantástico que está a la espera de un destino. También me gusta mucho el Archivo de Indias y el patio lateral de la Iglesia del Salvador que da a la calle Córdoba.

-¿Y uno que no le guste?

-Un edificio que me parece innecesario y hubiese sido evitable es la Torre Pelli... No entiendo por qué se ha hecho.

-¿Eso de que la arquitectura contemporánea no cala en Sevilla es un tópico?

-Es un síntoma más del poco interés por la modernidad de esta ciudad. Es un problema sociológico y general de la ciudad, que muestra pocos deseos de evolucionar, algo que es grave.

-Durante los años de la abundancia se criticó mucho a la figura del arquitecto estrella, aquel que hacía edificios altisonantes muy vinculados al poder político y económico. ¿Qué opina usted?

-El problema era cierto. El error fundamental fue el de contratar a estos arquitectos y no ponerles ningún tipo de condiciones, no hacer ninguna supervisión de su trabajo. Ahora, sin embargo, hay otro problema: hemos pasado de los arquitectos estrella a la máxima vulgaridad. Se piensa que si no se hace el Guggenheim todo vale. Piense en el proyecto para los solares de la antigua fábrica de Cruzcampo. El alcalde Sánchez Monteseirín presentó aquel proyecto con Norman Foster, Isozaki, Nouvel y Vázquez Consuegra... De ahí se pasó a algo que no se sabe muy bien quién lo está haciendo. Oiga, hay situaciones intermedias evidentes.

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