Luis Felipe Rull | Catedrático de Física Teórica de la Universidad de Sevilla

“En la universidad española, los rectorados se heredan”

  • Este físico, apasionado también del cerebro y los números primos, lleva décadas luchando para que Andalucía sea una ecosistema favorable para atraer a los mejores investigadores

Luis Felipe Rull, en un aula de la Facultad de Física

Luis Felipe Rull, en un aula de la Facultad de Física / Juan Carlos Vázquez

Luis Felipe Rull (Almería, 1949) pertenece a ese tipo de sevillanos que llevan décadas predicando en el desierto para que la ciudad y Andalucía sean ecosistemas favorables a la investigación científica, algo que requiere mucho más que la habitual retórica a la que los políticos nos tienen acostumbrados. La causa de una universidad abierta y que apueste por la excelencia ha llevado a este Catedrático de Física a colaborar con organizaciones de muy distintos sesgos ideológicos, desde IU hasta la plataforma ‘Andaluces por el cambio’, que montó en su día Javier Arenas. Sin embargo, siempre se ha encontrado con un muro de intereses corporativos e ineficacia que le han ido llevando hacia posturas escépticas sobre el futuro de la universidad y la ciencia andaluza y españolas. Hijo de un funcionario del Servicio Nacional del Trigo, su infancia transcurrió en diversos puntos de la región hasta que recaló en Sevilla para estudiar el Bachillerato y la carrera. Esto, junto a sus veranos repartidos entre Pegalájar (Jaén) e Islantilla, y la condición ursaonense de su mujer, la también científica María Asunción Muñoz, le hace decir que “soy más andaluz que el río Guadalquivir”.

–Hablemos de la Universidad española. Me consta su escepticismo al respecto.

–Creo que la Universidad española no tiene solución. El ministro Wert encargó a gente muy respetable y competente un informe sobre su situación y ahí sigue guardado en un cajón. Este informe hablaba de todo: gobernanza, alumnos, selección de profesorado, organización de los grados... Hicieron un trabajo muy bueno que constaba de un análisis, diagnóstico y propuestas para reformar la universidad.

-¿Y por qué sigue en el cajón?

–Las autoridades académicas, que son muy poderosas, crearon tal atmósfera de miedo que un ministro como Wert, con mayoría absoluta en el Parlamento, fue incapaz de iniciar la reforma universitaria. Los rectores españoles son poderosísimos; son elegidos por la comunidad universitaria para gobernarla sin tener que rendir cuentas a nadie... Pese a que gran parte del dinero viene de los impuestos de todos los ciudadanos, no dan explicaciones a la sociedad de cómo se hacen las cosas. Lo único que tiene que hacer el rector es tener contenta a la comunidad universitaria. Es en la Ley de Reforma Universitaria, la que se aprobó en 1983 con el PSOE en el poder, donde se encuentra la semilla del mal que impide que la universidad crezca. Los rectorados se heredan...

–¿Se heredan? ¿Algún ejemplo?

–La Universidad de Sevilla. Desde Pérez Royo el rector siguiente siempre ha sido un vicerrector del equipo de gobierno anterior... Los que se han atrevido a ir por libre e intentar ganar unas elecciones se han topado con un muro.

–Y científicamente, ¿cómo está la Universidad?

–Hay gente buenísima, pero podemos decir que la Universidad española es un mar de mediocridad con islas de excelencia, que además no están bien conectadas.

–Políticamente, usted ha colaborado tanto con la izquierda como con el centroderecha.

–Yo milité en el PCE, pero en el año 82 ya no recogí el carnet, fundamentalmente por que no me gustaba cómo Santiago Carrillo se estaba cargando el Partido. Desde entonces no he vuelto a ser militante de ninguna otra organización. Cuando Julio Anguita montó Convocatoria por Andalucía, a través de Luis Carlos Rejón colaboré con la iniciativa asesorando sobre universidad e investigación. Posteriormente, Manuel Pérez Yruela me llamó para asesorar a la Junta también en estas materias. Trabajamos un equipo de gente muy válida que hicimos un buen informe, pero también fue al cajón, como el de Wert.

–Hasta ahora está hablando de la izquierda pero, ¿y el centroderecha?

–Un buen amigo, Rafael Salas, me propuso participar en una historia que se llamaba Andaluces por el cambio.

–Esa fue la plataforma de sociedad civil que montó Javier Arenas cuando era aspirante a presidir la Junta.

–Sí. Fue extraordinariamente interesante, disfruté mucho y conocí a gente estupenda, como Luis Olivencia, que desgraciadamente falleció.

La universidad española es un mar de mediocridad con islas de excelencia

–¿Por qué lo dejó?

–Un día, en un debate en Cádiz sobre estas materias de las que estamos hablando, llegó un empresario y, tras contar un rollo sobre sus negocios, yo quise intervenir. Sin embargo, no me lo permitieron, por lo que protesté. Ya no me llamaron más. Eso sí, sigo manteniendo una gran amistad con Rafael Salas.

–Muy recientemente se daba por hecho su nombramiento como secretario de Universidades e Investigación de la Junta. Sin embargo, a última hora se cayó del cartel.

–El propio consejero, Rogelio Velasco, me llamó un viernes para ofrecerme el cargo y pedirme que fuese el lunes a su despacho a hablar con él. Me pasé todo el fin de semana estudiando y trabajando en el proyecto, pero el lunes a primera hora me llamó la secretaria para cancelar la cita... Hasta hoy.

–La crisis económica ha sido demoledora para la investigación científica en España.

–Más que demoledora, la crisis ha sido un frenazo. Sobre todo por el problema del envejecimiento de las plantillas universitarias. No hay cantera como hace tres décadas. Lo que está ocurriendo se pagará en unos veinte años.

–Y ahora, con la recuperación económica, ¿se está retomando el apoyo a la investigación?

–Desde luego no en la Junta de Andalucía. Pero a mí me parece más grave lo que ocurrió con el Gobierno de Rajoy, en el que la persona que llevaba todas estas cuestiones no se esforzó lo suficiente para que la recuperación económica se notase en los proyectos de I+D. No presionó lo suficiente. En Andalucía sería tan sencillo como buscar las islas de excelencia y meter en ellas el dinero o abrir los contratos de personal investigador a todo el mundo, no sólo a los miembros de las camarillas de nuestras universidades. Andalucía es muy atractiva para vivir y si hubiese las condiciones mínimas vendrían muchos investigadores de primera línea. Málaga o Sevilla podrían tener 16 premios Nobel.

–Hablemos de ciencia ¿Por qué se decidió por la Física?

–Me atraía también la Ingeniería, pero intuí que había más belleza en la Física.

–¿Se puede hablar de Física sin saber matemáticas?

–No, las matemáticas son la herramienta que tienen los físicos para que su actividad intelectual tenga rigor y pueda ser, de verdad, una ciencia. Todo lo que no requiera de las matemáticas no es una ciencia. Las matemáticas nos permiten interpretar la naturaleza, modelarla y hacer predicciones.

Andalucía es muy atractiva para vivir. Málaga o Sevilla podrían tener 16 premios Nobel si se diesen facilidades

–¿La Física es la ciencia por excelencia?

–Hombre... creo que es la parte más importante, pero sin llegar a las exageraciones de Sheldon Cooper [el personaje de ficción de la serie The Big Bang Theory]. La Física es la ciencia básica.

–Lo curioso es que los primeros físicos eran filósofos.

–Creo recordar que Newton era catedrático en Filosofía Natural. Platón fue fundamental, ya que consiguió hacer abstracción de verdad para describir la naturaleza.

–Los pitagóricos veían algo mágico y sagrado en los números. ¿Usted ha sentido ese vértigo alguna vez?

–Es verdad que en las matemáticas hay algo mágico. Por ejemplo, yo no soy capaz de comprender el infinito y cuando lo pienso siento vértigo... También ante cómo se organizan los números primos, algo que aún no se sabe... ¡Malditos! Me apasiona este asunto y le dedico mi tiempo libre.

–Eso respecto a las matemáticas pero, ¿ha sentido el vértigo cuando se acerca a la Física?

–Sí, claro. La mecánica cuántica es un buen instrumento para explicar la naturaleza, pero no tiene nada que ver con nuestra intuición, es contraintuitivo. Ante esto se suele decir: “no pienses en ello y calcula”.

–¿Se refiere al Principio de Incertidumbre de Heinsenberg?

–Sí, según éste está prohibida la palabra certeza, ya que el observador siempre tiene una indeterminación cuando quiere hacer una medida. No podemos saber simultáneamente el lugar y el momento lineal exactos en el que ocurre un determinado fenómeno físico.

–¿Y la mecánica clásica, la de Newton y Hamilton, la que permite hacer mediciones y predicciones exactas?

–Nos llevaba a callejones sin salida para comprender el universo.

–Pero permitió poner un hombre en la Luna.

–Por supuesto, todo esto se va construyendo a través de los siglos. Newton fue un superdotado, pero la física ha seguido evolucionado. En el desarrollo de la mecánica cuántica tuvo que ver mucho el avance de los instrumentos matemáticos. Por ejemplo, la teoría de las matrices, que en un momento dado era un divertimento matemático, fue fundamental para que Heisenberg estableciese su Principio de Incertidumbre.

–¿Llegaremos a comprender alguna vez el universo?

–No lo sé. El conocimiento humano ha crecido de forma exponencial y tenemos instrumentos para crecer más, ¿pero es esto suficiente? Tengo mis dudas. Intuyo que nuestro cerebro es incapaz de ir más allá de lo que lo estamos haciendo ahora. El gran problema es nuestra incapacidad para comprender nuestro propio cerebro.

Me preocupa la trascendencia, pero la ciencia no da respuestas en este asunto. Ni que sí ni que no

–Sin embargo, ahora se está desarrollando una herramienta potentísima: la computación cuántica.

–La computación cuántica nos va a dar un instrumento muy bueno para calcular, pero insisto en que nuestra limitación está en nuestra incapacidad para comprender el cerebro. De ahí la importancia de un científico como fue el español Ramón y Cajal, el primero que de verdad sacó información de calidad sobre el cerebro. Mis amigos neurólogos me dicen que se ha progresado algo desde entonces, pero no muchísimo. Si alguna vez comprendemos cómo funciona de verdad el cerebro daremos un paso definitivo.

–Hay dos reacciones básicas entre los que se asoman a las fronteras del conocimiento: el ateísmo o la aceptación de algún tipo de trascendencia, cuando no una abierta religiosidad. ¿Y usted?

–El ser humano siempre se ha planteado la trascendencia y le cuesta mucho trabajo prescindir de ésta. Para responder a la pregunta sobre si hay Dios o no, primero hay que definir a Dios. No soy ateo, porque no soy capaz de explicar el origen de la vida; pero por el mismo razonamiento tampoco soy creyente. Me preocupa la trascendencia, pero la ciencia no da respuestas sobre este asunto. Ni que sí ni que no.

–¿Si tuviese que elegir uno, qué gran misterio científico le gustaría comprender?

–Por lo que dijimos antes, el cerebro. También la organización de los números primos. Arthur Koetsler, cuando estuvo preso y condenado a muerte en Sevilla, durante la Guerra Civil, se entretuvo, haciendo un gran esfuerzo mental, reconstruyendo la teoría de su maestro de que la sucesión de los números primos es infinita. La verdad es que aún no hemos conseguido saber cómo se organizan éstos. Pero insisto, lo más importante es el cerebro.

–Es decir, que si volviese a empezar de nuevo sería neurólogo.

–No, si empezase de nuevo estudiaría muchísima más matemáticas, porque es el gran instrumento que tiene el ser humano, su gran aportación al universo.

–¿Cree que la revolución digital ha servido para que los hombres vivamos mejor?

–Por supuesto. Entre otras cosas me permite cenar todas las noches con mis nietos. Ellos viven en la Macarena y nosotros en Triana, pero con la tablet charlamos y nos vemos todos los días. Es lo más delicioso del mundo.

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