Una psicóloga explica por qué tenemos dificultades para desconectar en vacaciones: "Si de verdad queremos tener los efectos positivos del descanso, es clave la desconexión digital"

Investigación y Tecnología

El descanso no siempre llega con las vacaciones

La importancia de desconectar en vacaciones para volver a conectar

Desconexión en vacaciones
Desconexión en vacaciones / Freepik

Las vacaciones deberían ser ese momento sagrado en el calendario donde, por fin, nos liberamos de las prisas, el ruido mental y el cansancio acumulado. Pero la realidad para muchas personas es distinta: llegan los días libres y, en lugar de descanso, aparece una incomodidad difícil de nombrar. Nos sentimos extrañamente inquietos, incapaces de relajarnos o, peor aún, de dejar de mirar el móvil como si aún estuviéramos pendientes del próximo correo o del último mensaje del grupo de trabajo. Esta situación es más normal de lo que nos creemos sobre todo si estamos en una rueda de rutina hiperactiva. En este sentido, los expertos hablan sobre este tema y la psicóloga y vocal de la Junta del Gobierno del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, Olga Merino, lanza una advertencia al respecto que deberíamos tener muy presente en vacaciones: "Si de verdad queremos tener los efectos positivos del descanso, es clave la desconexión digital". Esto quiere decir que el verdadero problema no es el trabajo en sí, sino la dificultad para salir del estado de alerta constante en el que estamos sumergidos, incluso en nuestros días de descanso.

Cuando la mente no entiende de vacaciones

El descanso no siempre llega con las vacaciones. De hecho, muchas veces, lo que sale a la luz durante el periodo de descanso y tiempo sin obligaciones es el agotamiento que nuestro organismo había estado ignorando porque, en la mayoría de los casos, durante el periodo intensivo de trabajo nuestro cuerpo no puede permitirse enfermar para estar a la altura de la situación. "Cuando de repente paran las demandas, el cuerpo tiene, digamos, como un choque, y es cuando emergen todas las sintomatologías, las tensiones emocionales, físicas y cuando realmente caemos", explica Merino.

La experta señala que esto responde a un estrés adaptativo, una especie de reacción natural ante un cambio brusco de ritmo. "Puede generar algún problema, no es realmente una patología, sino cuadros de desadaptación, estrés adaptativo, que es un estrés gestionable", aclara. A este desajuste se suman otros factores más modernos, como la presión silenciosa que las redes sociales ejercen sobre nosotros. Nos encontramos en esa época del año en la que scrolleamos imágenes de vacaciones perfectas y vidas llenas de planes, despertando en nosotros una sensación de carencia o fracaso personal por no acercarnos ni siquiera un poquito a la réplica de ese modelo ideal de vacaciones. "Vemos que hay gente que exprime el verano al máximo, sin parar hasta el último minuto… y para quien lo está viendo al otro lado del móvil cabe la posibilidad de que le cree estrés o ansiedad", explica Merino.

El arte de parar: rutinas suaves y conexión con uno mismo

No podemos llegar a enfermar por esta razón, por lo que debemos parar este bucle de pensamientos y para ello la clave está en cambiar la forma en la que nos enfrentamos al descanso. Empezando porque las vacaciones no son una agenda igual que la que teníamos en el tiempo de trabajo, solo que ahora reemplezamos el multitasking por las actividades de ocio. Las vacaciones deben incluir tiempo flexible, para aburrirnos, de silencio y de no hacer nada para conseguir llegar a tener una desconexión real.

"A veces ocupamos tanto nuestro tiempo porque queremos hacer mil cosas, porque lo hemos visto, porque queremos hacer 200 planes que no nos da tiempo y no dejamos tiempo para el aburrimiento, que es fundamental para la creatividad", subraya la psicóloga. Además, establecer rutinas mínimas de autocuidado, como respetar horarios de sueño, alimentarnos bien o hacer ejercicio, puede ayudar al cuerpo a descansar, pero el punto central sigue siendo la relación con la tecnología. Según la psicóloga Merino, lo recomendable es un modelo híbrido, es decir, podemos mirar el correo, internet o las redes como dos o tres veces al día, pero no estar todo el rato pendiente de las notificaciones. Solo así, afirma Merino, lograremos oxigenarnos. Si no aprendemos a parar, la tensión acumulada puede pasarnos factura. "Vivimos en el hacer, no el ser… y eso, a largo plazo, puede derivar en una patología", concluye.

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